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martes, 21 de octubre de 2008

CUIDADO CON LAS APARIENCIAS (O casi nada es lo que parece)

Me lo encontraba en mi camino diario y se le podía ver frente al Ayuntamiento, apoyado en la pared encalada, soleada por su orientación y orientada tambien a la hermosa plaza revestida y adornada de azulejos y en la que nos reuniamos llegada la noche, en grupo y siempre en torno a uno de los bancos que tenia; quizas fueran esas reuniones los antecedentes de las movidas de hoy. Era, el sitio, la pared encalada, un buen cobijo en los dias frios del invierno: por eso no solo estaba él. Tenia una presencia enjuta, espigada, recogida y era calvo, pero con una calvicie natural, íntegra, no como las de ahora, que suelen burlar ó tapar incipientes tonsuras... o porque se lleva; no, la suya era una hermosa y brillante calva; vamos que no tenia ni un solo pelo, y que me llevo a pensar que era filosofo. Llevaba siempre bajo el brazo un pequeño mazo de revistas o de libros, según, y no se le conocia oficio alguno; en el pueblo se decia que prestaba dinero. El pueblo vivia de la pesca y cuando la mar se ponia fea, cuando no se dejaba navegar en busca del jornal, y habia que seguir comiendo, se acudia a los prestamistas/diteros. No recuerdo su nombre, pero es que creo que nunca me lo dijo, por eso le puse "el prestamista/filósofo"; cosas de chiquillo de 14 o 15 años.

Bueno, me estoy refiriendo a otro de esos personajes que tan fuertemente quedaron impresos en mis recuerdos.
No alcanzo a recordar como le conocí, como llegué a cierta amistad, salvando las distancias de la edad, ni como llegué a mantener conversaciones y controversias con él, nada menos que de ...¡¡espiritualidad¡¡, cuando se declaraba ateo. Aun recuerdo lo que me dijo, se me quedó grabado, despues de una de aquellas discusiones (con mi edad, impulsividad total, no creo que se pudiera llamar dialogo): "Estas influenciado por los convecionalismos de tu madre", me dijo un dia. No tenia ni idea de que mi madre y él hubieran tenido conversaciones sobre ningun tema... y no recuerdo si traté de confirmarlo.

El pueblo contaba entonces con una Iglesia-Parroquia, que llamabamos "de arriba", ya que estaba situada a cierta distancia del centro del pueblo, y otra, que la recuerdo sin terminar, mas abajo, próxima o cercana al Ayuntamieto y con cuyo párroco, un cura joven recien llegado, charlaba de noche despues de que pidiera permiso a "Doña Concha" para que me dejara salir. No se como yo habia llegado, por la tarde, a la Iglesia de arriba, lo cierto es que al entrar le vi y sin pensarlo dos veces, le dije: ¿Usted que hace aqui?
Al dia siguiente me estaba esperando, me paró, sacó de entre sus revistas un papel blanco doblado y me dijo: "Para que veas que yo también tengo alma" y se fué. Abrí el papel y lo leí: era una poesía, una hermosa, delicada y espiritual poesia. Le recuerdo con muchísimo cariño y me pareció aprender que "no todas las almas, ni cualquier ser humano, son lo que parecen".