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viernes, 7 de noviembre de 2014

La amistad, la palabra y mi amigo Paco









Mi amigo Paco, a quien aprecio considerablemente, por si mismo, por su especial vida, que lleva a pesar de todos los inconvenientes, con especial alegría, me llamo, como suele hacer cada cierto tiempo, corto, para que nos vieramos y tomáramos un café. Lo conozco y, como en otras ocasiones, sabia que tenia necesidad de hablar. Desde que se jubilo, y va ya para unos años, por esa especial vida a la que hacia referencia, acude con frecuencia a los denominados portales sociales, opinando, interviniendo en debates pero especialmente acude a sus recuerdos y vivencias para dejarlos en su blog. Asi fue.

“”Aye, me dijo, volví a abusar de la palabra, sin percatarme si al que se la decía le importase mucho lo que le estaba diciendo. Me di cuenta tarde, como siempre. Y siempre tengo el propósito de corregirme, pero una y otra vez cometo el mismo error. Y se que la palabra no puede darse así como así, especialmente cuando suele ir cargada, a veces, con sinceridades, con trocitos de muchos de los rincones de tu alma. Y lo curioso es que, en general,  soy consciente de que debo parar, que debo volver a los diálogos corrientes, del día, sin enjundia, vacíos de contenido, pero que rellenan el tiempo  y contentan al personal.""

.- Tu sabes Paco  que en algún rincón de mi blog, que se que lees, como yo el tuyo, y me comentas, cálido, como lo denomino una amiga virtual, ya  le decía a un amigo, tu,  que me pregunto, se intereso, por mis días del verano, los días de playa en este caso...  que bien, pero que me había faltado la palabra. Necesito la palabra, necesito decir cosas, necesito exponer lo que siento, lo que pienso, lo que quisiera, lo que veo, lo que me apasiona, lo que me asombra... necesito hablar de mis sentimientos, de mis deseos, de mis sueños, de mis proyectos... de la gente que me rodea, de la musica, de la luz, del color, de los hermosos ojos que pueda tener frente a mi, de la amistad, del amor,  porque no... de la pareja, de la complicidad... necesito la palabra como vía de expresión, de comunicación, de sentimientos... y es una sensación muy serena, la que se recibe, cuando compruebas que la palabra, tu palabra, es recibida con atención, son sonoro silencio, casi con miedo a que pueda romperse el momento.

.- Si, pero déjame continuar.

Muy recientemente he vuelto a sentir, a vivir el efecto de la palabra, tanto por poder manifestarla como por tener que dejar de  hacerlo. Y aun no se lo que he sentido.

En algún momento alguien muy cercano me dijo que la palabra no servía para nada, ante mi insistencia en que era necesario pararse en algún momento y hablar de cosas comunes, de quereres, de los tiempos compartidos, de los efectos del paso del tiempo, de lo que esta bien y de lo que sea necesario corregir, de la pareja, de los hijos, del día a día... de nuestros deseos... La palabra no sirve para nada, me dijo. Y no lo olvide. Pero si sirve y tanto que sirve. Pero lo peor no es decirla lo peor es no poder decirla. Es terrible el silencio en una pareja y mas aun llegar a querer saber como se ha llegado ahí.

Cuentan de Delibes, le dije, el escritor, que, al preguntarle que porque escribía, contesto que fue al darse cuenta de que nadie le escuchaba. Lo leí hace mucho y ahora lo entiendo; intento copiarlo salvando las enormes distancias literarias que me separan de el, claro.

Si te sirve de algo, aunque creo habértelo contado en otra ocasión, entre mis mejores recuerdos de adolescencia mas que de juventud, se encuentran las figuras de unos seres entrañables, llenos de una tremenda humanidad que, con su palabra, solo con su palabra, y su amistad, contribuyeron a que tuviese una visión mas abierta de mi mundo, muy diferente del mundo en el que vivíamos entonces. Don Sebastián, con el que paseaba hablando de ciencia, Don Benito, materialista puro, y que hacia fijarme en el cuerpo de la mujer, pero con el que aprendí los primeros acordes de la guitarra, Ramon el amigo de mi padre que no se entendía con el suyo, Don Luis, el cura joven del pueblo, con el que ya avanzada la noche discutíamos sobre la Biblia, el prestamista del pueblo, ateo confeso, que me esperaba en el mismo sitio todos los días, y que trataba de convencerme que el también tenia alma, Tabuenca, el bailaor de flamenco... Juan el peluquero, que tenía su peluquería junto al portal de mi casa, y que me decía  siempre que me cortaba el pelo, que nunca me quedaría calvo; en verdad hasta el momento va acertando.

Y quizás no haya mejor sitio para la palabra que el sitio de la amistad, de una verdadera amistad. Por algún rincón de mi blog he confesado que, tu lo has leído, considero la amistad como una de las cosas mas hermosas que le puede ocurrir a un ser humano. Y añadiría que mas  si es femenina. La amistad femenina facilita, al menos para mi, el utilizar la palabra para decir de los sentimientos, para abrir la puerta de los sueños, para llegar a unos rincones del espíritu que una amistad masculina, por lo general,  no facilita. Siempre que no exista  el riesgo, incluso el miedo de que pueda convertirse... en algo mas, y que entra de lleno, porque no, en el terreno de lo posible. Y la amistad se tambalea cuando se corre ese  riesgo, existe la posibilidad, el miedo de que pueda convertirse... en algo mas.

.- Ya. Pero déjame que siga.

He defendido siempre que es posible la amistad entre un hombre y una mujer, siempre. Y siempre también me he encontrado con que no todo el mundo opina así. Después de haberme mantenido firme en mi creencia durante años, empiezo a dudar de si yo tenía razón; mis ultimas experiencias me están llevando a pensar  que no y pienso que la culpa es mía, quizás por desconocimiento  de lo que puede guardar un alma femenina,

Hace unos días le decía a una reciente amistad femenina que, según había leído, todos, tanto el hombre como la mujer, traemos de origen nuestro lado masculino y nuestro lado femenino y que es la educación recibida la que hace que con el tiempo, uno de esos lados se atrofie en beneficio del otro. Por mi educación, materna fundamentalmente, se mantuvo en mi, quizás, una equivalencia en ambos, tanto en el lado masculino como en el femenino y con ello quizás se me facilite con una amistad femenina el intercambio de sentimientos, el poder hablar de la ternura, de la complicidad en la pareja, de la hermosura de los silencios compartidos...  de su lado mas fotográfico o  de lo bien que le sienta un color determinado...  con una natural naturalidad. Pero también he comprobado que no es lo corriente y que, al final acabas apareciendo como alguien especial, como distinto, una especie de "bicho raro", que en el fondo casi acabas siendo deseado, probablemente  por no tenido.

.- Pero Paco no dejaras de reconocer que, al menos, no eres como muchos de los amigos comunes que conocemos y, que quizás sea con esta amistad, con la nuestra, en la que te muestres mas como realmente eres.

.- Ya. Pero sigo.

Alguien me dijo una vez, una amiga, que se asombraba por mi facilidad de hablar de mis sentimientos y sobretodo de escribir abiertamente sobre ellos, sin red, en mi blog. Suele comentar lo que escribo. Me decía que esa cualidad, así lo entendía, lo quería para ella y se prometía asimismo hablar en algún momento de los suyos. Conmigo llego a hacerlo. En otra ocasión, también una amiga, me hablo abiertamente de sus sentimientos con el asombro por mi parte y el encontrarme en una situación de no saber que hacer.

En ambos casos perdí su amistad.

Me dio por pensar que el hablar a alguien de tus sentimientos, casi supone desnudarse ante ella;  en verdad es como si se desnudara  el alma. A lo mejor es la edad.””

.- Bueno Paco recordaras que algo así ya lo decia en uno de mis escritos hablando sobre ella y en el que me desnudaba abiertamente hablando de lo que sentía a mi edad, sobre la que me había preguntado otra amiga.

Pero déjame que continúe. A veces la palabra trae una fuerte empatía, y sin necesidad de compartir aficiones logra  establecer una fuerte relación sin saber como... una empatía que te permite decir de ti sin sonrojo alguno y escuchar con los ojos abiertos, con ternura, con comprensión, con silencio siempre, lo que en un momento especial te esta confiando esa amistad. Da la impresión de que la palabra y la amistad en muchísimas ocasiones van unidas... junto con el silencio.

.- Estoy totalmente de acuerdo contigo.

Es un  hecho, y tu lo sabes como yo, que con mucha frecuencia idealizamos a las personas, con frecuencia nos la imaginamos como el ideal de lo que hubiéramos querido para nosotros, con frecuencia nos sentimos atraídos por ellas... nos asombramos de que de que haya gente distinta con la que sea posible compartir trocitos de tiempo agradablemente... pero también con frecuencia lo que aparece como algo hermosamente positivo se vuelve... imposible. Porque he podido comprobar que la línea que separa la amistad y el amor entre una mujer y un hombre  es tan fina que en algún momento casi sin darse cuenta, casi sin ser consciente de ello  se ha traspasado, bien porque no se este acostumbrado a que se hable así, bien porque es lo que hubiese querido para si en su vida, bien porque compara lo que tiene con lo que esta viviendo.

Y es una lata porque tanto en una como en otro no ha existido en todos los casos, mayor intención que la amistad, pero que esta claro que con los sentimientos no se puede establecer regla alguna.

.- Pero eso es así, desde que el mundo es mundo

Si ya. La amistad, a veces, no es mas que el deseo de sentirse cómodo con alguien con quien la conversación fluye sin esfuerzo alguno, con quien, sin saber porque, te encuentras a gusto, sereno, feliz, con quien no es necesario esforzarte en decir lo que sientes porque te esta entendiendo sin que termines. Con quien te encuentras a gusto estar.

Paco, en la tertulia a la que pertenezco desde hace ya algunos años, como tu sabes, y que si no estas en ella sabemos que es porque tu situación tan especial te lo impide,  y en la que hablamos tanto de lo divino como de lo humano, como no, se ha tratado el tema de la amistad en general y entre un hombre y una mujer en particular. En general la mayoría creían  que no era posible ese ultimo tipo de amistad, o al menos muy difícil. Pero hubo casi total unanimidad en destacar las muchas contradicciones que suele darse en esa relación amistosa precisamente por la diferencia  de sexos y por la distinta forma de expresar los sentimientos, los deseos, incluso el concepto de la misma amistad. Y puede que haya algo de verdad. A veces hay contradicciones;  una amistad de alguien corriente, normal, sin mas complicaciones... que no dice nada, solo las cosas del día, del trabajo, del tiempo,..  acaba no deseándose,  o aceptándose como una mas, sin mas historias y, por otro lado,  una amistad con un espíritu sensible, que hable de cosas que no se habla corrientemente, que mire, diga, ría, hable de los sueños, de la consideración, del respeto mutuo... tampoco, curiosamente se le teme. Surgen temores, miedos, quizás por encontrarse con unos sentimientos que a lo mejor ya tenía olvidados y arrumbados por la rutina de los días y de los años. Por miedo a pasar la línea.

Tu sabes que me gustaría pertenecer y asistir, aunque fuese de tarde en tarde a tu tertulia, pero también que no es posible.

Bueno, querría llegar a la conclusión de que si  un hombre o una mujer, una mujer o un hombre comienza a pensar que el otro, mujer u hombre, es diferente o no corriente... debe salir corriendo; pero pensándolo bien seria una aberración renunciar a esa compañía maravillosa, a ese compartir sensibilidades, sentimientos, sueños, ideales, empatias... con alguien que los siente como tu y que por un momento, en un trozo de tarde te hace romper, olvidar la rutina diaria,   que no vas a dejar porque la vida no te lo permite, pero si aparcarla, cambiarla por un momento distinto, y saber que siempre, siempre, en cualquier momento, estará ahí.""

.- No se que decirte. Particularmente siempre he sido muy partidario del tiempo, de dejar pasar el tiempo, de no tomar decisiones rápidas, en ocasiones apresuradas, sobretodo en algo tan sensible como una amistad y sus poco probables consecuencias. Me gusta recordar una frase que se atribuye a los griegos:

El todo, pero con mesura. Te quiero amigo.


Aunque me voy no me voy
aunque me voy no me ausento
porque me voy de palabra
pero no de pensamiento
que de pensamiento estoy
























martes, 4 de noviembre de 2014

Tiempos viejos, tiempos nuevos.













Los tiempos del descanso veraniego se acaban. Como la luz. Los días se acortan y las horas de temperaturas agradables también; la caída de la tarde hay que esperarla ya con alguna que otra prenda de mas abrigo, que proteja, mas que de temperaturas bajas, de la humedad, una humedad que te llega hasta los huesos. Los descuentos en grandes porcentajes abundan en los pequeños comercios sabedores que en unos días los playeros se irán y no habrá motivo para estar abiertos: cerraran. Acabaran las colas. Se vislumbra ya la vuelta a la rutina, para mi, la bendita rutina. Detrás pueden quedar de nuevo, recuerdos, pasajes de un tiempo que sabes que no va a volver, pero que veremos convertido en otro que no deja de tener su encanto. Y en el pueblo costero cesara el ruido, el bullicio, las aglomeraciones, la ligereza en el vestir y volverán la conversación relajada con el de la prensa, con Paco el dueño de ese restaurante que solo ofrece pescaito frito y a la plancha que conoces pero que es ahora cuando puedes disfrutarlo junto a una buena conversación. O con Juan, donde mejor ponen los chocos fritos y la pimenta, y ya  sin premuras, ni prisas, y con un servicio mas atento; "claro, hay que cuidar al cliente de invierno" me decía uno de estos amigos. Y seguramente no veré en un tiempo a un personaje cálido, estrafalario tanto en su vestir como en sus andares, y peculiar como nadie, cuando diariamente saca a pasear a su jilguero en su jaula. El jilguero que acostumbrado como debe estar, se pasa cantando todo el tiempo que su dueño lo pasea. Evidentemente lo paran para preguntarle:

.- ¿Lo vende?

.- No señora, lo estoy paseando, yo no lo vendo.

Viste una camisa con cuatro o cinco tallas mas de la que le corresponde y unos pantalones ni largos ni cortos, también con las mismas característica. Eso si, va muy repeinado y con un cigarrillo permanentemente en su mano. Su paseo es un pararse continuamente ante el asombro, la sorpresa, la curiosidad... de los que con el nos cruzamos.

.- No, no lo vendo. Repite una y otra vez.

Otros se paran a preguntarle y da la impresión de que a el le agrada y se le ve que no puede ocultar lo orgulloso que esta de su jilguero.

De ello le contaba a mi amigo Manolo cuando me llamo y que, como siempre, nos sirvió para enlazar una conversación con otra, un recuerdo con otro, como siempre. Y quizás empezase, la charla telefónica, por hacerme participe de su deseo de visitar, ya fuera de temporada veraniega, este pueblo pesquero, sobre todo su puerto, su puerto pesquero y su pescaito frito.

.- Yo lo tengo enfrente, Manolo, a pocos metros. Lo veo desde mi querida terraza.

Yo participo de ello. Me atrae sobremanera todo el trasiego que se produce en la zona portuaria, con las continuas maniobras en las salidas y llegadas de barcos, en sus esperas a poder abastecerse de combustible o de hielo, pero sobretodo en la descarga y carga de sus redes y su repaso por los rederos. Son escenas típicas las descargas de las redes viendo como quedan apiladas en un orden que se aprecia esta establecido, dispuestas para ser reparadas o repasadas. O cuando ya reparadas y el barco dispuesto para su salida a la mar, son cargadas en el barco con un mismo orden preparadas para ser utilizadas. Y todo ello con las gaviotas de fondo rondando de manera descarada y sin temor alguno en busca de algo para comer. Los veo a diario desde mi terraza en este pueblo de descanso, pero también desde mis recuerdos de infancia, en los que se me quedaron grabadas las figuras de los rederos remendando las redes con premura para tenerlas listas a la hora de la salida del barco. Y de las agujas de reparar las redes, que eran de madera y de distintos tamaños, según la red a reparar. Poseerlas entonces era tanto como poseer un tesoro. Hoy son de plástico, para mi han perdido todo su encanto pero sobretodo que ya no encajan en esos recuerdos infantiles. Y también me vino el recuerdo, en la conversación con mi amigo, de los  cabos, las gruesas cuerdas que sirven a los barcos para sujetarlos cuando llegan a puerto. Los recuerdo como las fabricaban; con un alma de alambre grueso extendido y sujetado en dos extremos un cordelero iba añadiendo hilos de esparto mientras otro, en el otro extremo, con una manivela lo hacia girar una y otra vez, de manera que poco a poco iba tomando el grosor adecuado, requerido. Y de las redes de pesca pasamos, en nuestra conversación, como siempre, a las redes que utilizábamos para cazar pájaros. Nos íbamos a las afueras del pueblo, ya de tarde, y allí montábamos nuestro particular sistema de caza, que era muy habitual, al menos, en aquellos tiempos. Recordamos a los jilgueros, a los verderones, a los chamari, no se si se les denomina ahora así estos últimos que eran unos pajarillos pequeños de color plateado y con un canto metálico muy particular. Y las grandes y desgarbadas y agresivas gaviotas. Mi amigo no las conocía porque el era de campo y allí no suelen darse las gaviotas que es un ave de mar, de puertos de mar. Sin embargo, a cambio, yo no conocía otro sistema de caza que el utilizaba y que denominaban de "ligue". Untaban con pegamento algunas ramas con unas semillas que gustaban a los jilgueros, las colocaban en sitios estratégicos y cuando los pájaros acudían a las semillas quedaban pegados con el "pegamento", de ahí lo de ligue.

Como siempre tuvimos que cortar porque hubiéramos seguido enlazando recuerdos, hechos y cosas, especialmente de el, mayor que yo y por tanto con mas recuerdos. Quedamos en que se daría una vuelta por el pueblo, un dia cualquiera de entre semana, y en tiempo de silencio.


La ría vuelve a lucir en su lecho los colores del otoño y el silencio y el tiempo, con otra medida ya, llenan casi todas las horas de los días. Quedan en el aire los graznidos de las gaviotas hambrientas y el ronroneo de los motores de los barcos en su llegada o salida, siempre de la mar.