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jueves, 17 de enero de 2019

UN VESTIDITO BLANCO EN MI RECUERDO













Los recuerdos que conservamos de la niñez, dicen, son los que más y mejor perduran en el tiempo, aunque, en verdad, no tengo muy claro si son los que más perduran, pero si se que muchos de los recuerdos que tengo, bastantes tienen su origen en esa etapa de nuestra vida: la niñez (que según el DRAE, es “el período de vida que va desde que nacemos hasta la pubertad” que, a su vez, es “la primera fase de la adolescencia” que, a su vez es “el periodo de la vida humana que sigue a la niñez y precede a la juventud.”) Pues eso: la niñez. Y son unos recuerdos curiosos o especiales porque nos traen trozos, retazos de vida, olores, colores, lugares...imágenes y hasta nombres que quedan grabados en nuestra mente sin saber la mayoría de las veces donde ubicarlos, con quien relacionarlos...o como en este caso “un vestidito blanco”

A veces, los recuerdos acuden una y otra vez sin tener más señales que una imagen y no muy nítida, un nombre, que lo he vivido o como decía antes, el recuerdo de una niña con un vestidito blanco.

Como en la mayoría de mis recuerdos, recurrentes, se registran en el pueblo donde mis padres se fueron a vivir; un pueblo marinero, dedicado a la pesca y la conserva de ella, y en el que pase gran parte de mi niñez, y un poco más allá; llegue, o me llevaron, con 4 años. Recuerdos que, por su insistencia, hicieron que me decidiera a recogierlos en forma de ensayo, recuerdos escritos y que he ido mostrando por este blog. Ya tengo claro que son recuerdos que han ido apareciendo fundamentalmente en todo aquello que debió de representar para mí algo más que el hecho de vivirlos. Ya tengo bien asumido que los años vividos en el pueblo, las relaciones con personas que tuve, y su vida en él dejaron una gran huella, de por vida, en mi.

En este caso, el recuerdo lo situó en tres lugares diferentes, con un denominador común; un vestidito blanco que veo revolotear en mi mente una y otra vez. Uno de esos lugares es la Fábrica de Conservas que había en la otra esquina de la calle donde vivía, calle Carreras, creo recordar, donde viví durante unos años y que hoy es un Centro Cultural, que me sentía obligado visitar y que visite. En esa fábrica, cuya fachada larga, daba al muelle pesquero, como los balcones de mi casa, jugábamos todas las tardes, no recuerdo cuantos ni la edad, y de entre esos niños destaca en mi recuerdo el de una niña...”con un vestidito blanco”. Probablemente algún hermano mío también estuviera. Otro de los lugares donde aparece de nuevo en mis recuerdos esa niña con el vestidito blanco, es en la calle Carmen, adonde nos trasladamos al final de la misma, camino ya de la Palmera, donde jugábamos, como no, quizás con más chiquillería, no lo recuerdo, pero donde estaba, seguía estando, eso sí, la niña con el vestidito blanco moviéndose y revoloteando. Y en la Academia de Don Gonzalo, una especie de icono en el pueblo y que estaba ubicada casi enfrente de mi casa en la calle Carmen. 

Por lo que he leído, se sabe que muchos de los recuerdos que tenemos,  no suelen ajustarse a la realidad; el paso de los años, la idealización del contenido del mismo recuerdo o cualesquiera otras imágenes pueden crear en nuestra mente imágenes distorsionadas, más cerca de lo que tengamos idealizado con el paso del tiempo que realmente con lo que ocurrió. Sin embargo, en este caso de mi recuerdo repetitivo de una niña con un vestidito blanco todo apunta a que no hay nada distorsionado. Lo que sí me llamaba la atención, digo llamaba, era que no conseguía ponerle rostro, ni nombre. Ya creo que si.

Y es necesario incorporar otro recuerdo que se me quedó durante años; un nombre, un nombre de una niña, porque escribiendo este relato la he unido, casi sin pensar, a la niña del vestidito blanco.

De esos tres escenarios de mis recuerdos conservo además otros unidos a cada uno de ellos. De la fábrica los recortes de hojalata, el guarda sentado junto a la puerta en una caja de madera, mujeres en fila rellenando las latas... de la Academia una zona luminosa, la Luz entraba por mi derecha, y...una niña sentado junto a mí en el pupitre...con un vestidito blanco...de la calle Carmen los juegos y esa niña con vestidito blanco revoloteando de un lado para otro...

Y en general todo ha sido incertidumbre y preguntas ¿se trata de la misma niña? ¿y quien era,  como se llamaba?... Y ya estoy por pensar que si, que realmente era la misma niña. La niña de la fábrica era hija del propietario, la niña de la calle. Carmen vivía en una bonita casa que hacía “esquina/curva frente a la esquina de la calle Carmen... y la Academia estaba muy cerca tanto de mi casa como de la suya. No me cabe la menor duda; era la misma niña y...hasta creo saber ya su nombre.

Hace un tiempo, contándole a una amiga “cosas de estas”, me dijo: “Se cerró el círculo.” Y en este caso vuelve a suceder lo mismo : “Se cerró el círculo.” Se acabó la incertidumbre...para mí. Lo que no sé es si “la niña del vestidito blanco”, de contárselo creerá lo que le digo.