Rocío
Aparecía sin hacer ruido alguno
entrando por la puerta de atrás, por la puerta falsa, como
se decía entonces, del chalet de la
hermana de mi mujer, en la hora de la siesta del verano. Yo la estaba
esperando. No tendría mas de 13 o 14 años. Llegaba al salón-comedor arrastrando un poco
una pierna y encogida la mano y parte del brazo correspondiente: la polio. Sin
decir nada se sentaba a mi lado.
.- Hola Rocío.
.- Hola.
La recuerdo frágil, tímida, retraída, casi como asustada. Me
contaba cosas. Poco a poco, tarde a tarde me fue contando cosas, de ella, de su
entorno y también hablábamos de su problema de lo que una tremenda enfermedad le
había hecho. Y se le notaba como
le afectaba como la había afectado. Pasados unos días le propuse hacer unos ejercicios, le propuse intentar
que tuviese mas movilidad en sus zonas afectadas. No se como se me ocurrió hacerle aquella propuesta,, seguramente seria que, como
siempre, estaría leyendo algún libro sobre nuestro cerebro y el tremendo poder de la
mente. Rocío hablaba casi siempre con
silencios, así que ante uno mas de ellos
entendí que aceptaba lo que quería proponerle. Yo le decía
que tenia que debía intentar sentir su mano en
su mente. Le decía que cerrara los ojos y que
no pensara nada mas que en su mano. "¿Sientes
tu mano Rocío?" Un
poco, me decía muy quedo. Y lo hacia. Lo hacia con una
fe tremenda y con una voluntad y un deseo admirables. Yo también creía en lo que le decía. Y sin decir nada, pasado un tiempo, se levantaba y se
iba por donde había venido; por la puerta falsa
y como había llegado sin ruido, solo un
pequeño roce en el suelo de su
pierna enferma. Yo entonces daba una cabezadita.
Acudió a la cita todos los días que estuvimos en aquella casa.
No recuerdo como surgió esta relación ni porque, solo tengo en mi recuerdo la llegada de esta
chiquilla y nuestro rato de comunicación y ejercicios. Si se que era
hija de unos amigos, sobre todo de su madre, de mis cuñados.
Acabo el verano y mis días
en aquella casa terminaron y no se si Rocío, en sus visitas de tarde, se
encontró con que yo ya no estaba. No
volví a verla mas porque tampoco
volvimos a pasar unos días de verano en aquella casa.
Y casi no volví a acordarme de ella, si acaso
solo cuando en algún momento y por algún motivo lo contaba. Aun así
el recuerdo se fue difuminando con los años.
Paso el tiempo y tuve otros dos hijos mas del que tenia
cuando venia a visitarme y seguíamos visitando de vez en
cuando a la familia, a los abuelos. En una de esas visitas, en la misma calle
donde vivían uno de ellos, en un rato de
paseo o de volver a casa, en un momento dado, de pronto, siento que casi se me
echa encima una chica muy morena, alta delgada, muy sonriente que me da dos
besos con mas alegría todavía. Al ver mi cara me dijo: soy Rocío... y fue al ver su mano caída
cuando supe de que Rocío se trataba. Me había reconocido.
Paso mas tiempo y como suele ser a una velocidad tremenda.
Un día, de los que dedicamos al
veraneo, que no al descanso, inesperadamente, me llama al móvil una amiga, mas de mi mujer que mía, ya que no
recordaba haber hablando mas de dos
veces con ella, saludándome como si nos viéramos diariamente y como si
disfrutáramos de una gran amistad. Me
recordaba de los años del Centro, así llamábamos a una casa donde nos
reuníamos una serie de amigos con
inquietudes casi comunes, que exponíamos bien escribiendo o en
reuniones de tertulias. Yo no la recordaba a ella y tampoco recordaba haberle
facilitado mi numero de móvil. Quería que nos viéramos. Había alquilado una casa en esta zona de playa. Y nos vimos. La
verdad que parecía tener mas detalles y opinión de mi que yo de ella. Quería
conocer el parecer mío sobre unos escritos poéticos escritos por su hermano, residente entonces en
Ecuador. Pero lo realmente importante de esta cita inesperada fue cuando me
dijo:
.- Rocío me ha preguntado por ti.
.- ¿Rocío? ¿Que Rocío?
.- Rocío, la hija de mi prima.
Seguía sin saber quien era Rocío y menos su madre.
Al darme detalles supe de que Rocío se trataba.
Volvía a sorprenderme que una niña de 13 o 14 años, al cabo de... otros muchos,
siguiera acordándose de alguien que en un
verano de su vida, por un rato robado a la siesta y por unos días, la escucho.
Volví a ver a esta amiga un par de
años mas tarde, en uno de esos
encuentros que alguno antiguo amigo nostálgico se encarga de celebrar
de vez en cuando y que no les encuentro mucho sentido, sobretodo cuando hemos
cambiado tanto, con concepto de vida distintos y, sobre todo, habiendo tomado
caminos ideológicos muy diferentes.
.- Rocío me ha preguntado por ti.
De pronto sentí el deseo de saber de ella,
que había pasado con aquella niña.
.- ¿Tienes su correo electrónico?
.- No quiere saber nada con ordenadores ni con internet.
.- Tendrás su teléfono.
.- Si.
.- Déjamelo que la voy a llamar.
Ese mismo día la llame. Cuando me reconoció, me ubico, fue tal la alegría
con que me recibía que no soy capaz de
describirla.
.- ¿Dónde estas? me pregunto.
.- Estoy en Punta.
Punta Umbría es un pueblo pesquero, de veraneo, solo a 20 km.
donde reside habitualmente Rocío.
.- ¿En Punta? Tenemos que vernos,
quisiera verte. Tu tienes coche?. Que alegría...
. - Si, claro que si. Por supuesto que me alegrara verte.
.- Por la mañana me viene mejor y me avisas antes. ¡Que alegría oírte!
Pero no pudo ser. Circunstancias personales me impidieron
concretar día para quedar y después he intentado ponerme en contacto con ella pero no ha sido
posible. Espero que algún día pueda volver a recordar, ya con ella delante, aquellas
horas de un verano cualquiera.