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jueves, 6 de mayo de 2010

CONCIERTO PARA VIOLIN Y ORQUESTA nº 1 de Max BRUCH


El pasado viernes, dia 30 de Abril, asistí en el Teatro de la Maestranza, de Sevilla, a la jornada 14 de Abono de este año 2010, a oir y presenciar, entre otras obras, el Concierto para violin y orquesta num. 1 de Max Bruch, interpretado por la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla dirigida por su Director titular Pedro Halffter y la solista para violin Akiko Suwanai.


El Concierto de Bruch lo habré oído cientos de veces, gran parte de ellos, en el coche. Es una maravilla de concierto; bueno, tengo que reconocer que soy un enamorado de ese delicado instrumento que es el violín. Es un instrumento que me llega, me ha llegado siempre y creo que aun mas ahora.


Una época de mi vida, la adolescencia y gran parte de mi juventud, la pase en un precioso pueblo marinero de la provincia de Huelva y del que guardo y, cuento de vez en cuando, hermosos recuerdos, recuerdos de hechos y sucedidos que, por la frecuencia con que acuden a mi mente, debieron quedar grabados a fuego, tanto en el consciente como en el subsconsciente. En este pueblo marinero habia, como en otros muchos supongo, dos Casinos, que el pueblo habia bautizado, con su tremenda sabiduria y agudeza, en el "Casino de los ricos" y el "Casino de los pobres", pero que para mi no tenian, entonces, mas significado que el de su nombre. Estaban ubicados uno frente al otro y tenian su entrada prácticamente desde una misma calle, con suelo de acerado y que era, por tanto, peatonal. El Casino "de los ricos" era, al menos asi me lo parecia a mi, majestuoso, de fachadas labradas de color ahuesado y amplio y hermoso en su interior, con grandes y soleados ventanales que daban a esa calle comun y peatonal y a la plaza-paseo del pueblo; hermoso paseo también que recuerdo diseñado no solo con pequeños jardines con flores y bancos de hierro forjado, sino con zonas de azulejos que le conseguian, y supongo lo seguiran haciendo, darle un aire de gran singularidad. En él, en el paseo, nos reuniríamos mas tarde, ya despues de anochecido, chicos y chicas, cuando ya tenia edad para ello, bueno cuando mi padre asi lo creia. Junto a la fachada que daba precisamente a la plaza, sacaban comodas butacas de mimbre, donde los socios se sentaban al sol de invierno y aprovechaban para que el limpiabotas del pueble le encerasen los zapatos.


El Casino , llamado por el pueblo, "de los pobres", gozaba o disponia, mas o menos, de la misma superficie que el de su vecino y sus fachadas daban a las mismas zonas, pero no tenia el aspecto señorial exterior ni interior de aquel; eran mas sencillas, mas cercanas, pero gozando eso si, de mayor numero de grandes ventanales. Otra caracteristica que le distinguia era que siempre estaba muy concurrido y hasta la calle llegaba el sonido de las mesas que disfrutaban de una buena partida de tute o de dominó. Los dos tenia sus socios; se mantenían de ellos.


Mi padre era socio del primero, supongo que por motivos del cargo que tenia, y por ello, yo entraba y salia, y corria por lo que a mi me parecian amplios pasillos, como por mi casa. Como en el de su vecino, en ciertas epocas del año, coincidiendo con fiestas locales y especialmente por Navidad, se organizaban fiestas. En la de Fin de Año, los socios y sus respectivas parejas, vestidos para la ocasión, acudian a la cena seguida de un baile que amenizaba una orquesta, que se contrataba para ello. No se porque, no lo tengo recogido en la memoria de mis recuerdos, yo estuve en varias de esas fiestas, bueno yo y muchos otros hijos de socios de mi parecida edad, pero que en lugar de correr y jugar por aquellos largos y generosos pasillos, que tanto incitaban a la fantasia, me quedaba en un rincon pegado literalmente a la orquesta, inmovil, escuchando la música pero especialmente el sonido del violin que la acompañaba. Al poco me encontraba con que mis ojos estaban húmedos y que gordas lágrimas me caian por mis mejillas... al escucharlo, al sentir el sonido que salia de aquel hermoso instrumento solo con el roce de un arco con sus cuerdas. Desde entonces, creo, mi pasion por el violin, desde entonces mi emoción al escucharlo.


No se humedecieron mis ojos y menos corrieron lagrimas por mi... barba al escuchar el concierto del viernes, pero su sonido me sigue llenando de tal manera, que no puedo evitar que me llene, me invada, entre en mi, hasta que me sale por la piel.


Mis amigos de entonces, se divertian corriendo, gritando, disfrutando por aquellos corredores, que a mi, a nosotros nos parecian inmensos y misteriosos, ajenos a aquel sonido que emitia ese maravilloso instrumento, y ajenos, e ignorantes, a lo que me sugeria, me producia y sentia.