Páginas

lunes, 20 de noviembre de 2017

El orden y las notas.








           



Hace años que sigo las “andanzas” literarias, y no solo a través de sus libros sino también a través de sus artículos, muy divulgativos, en prensa, del Dr. Enrique Rojas.

Y en relación con todo ello estuvo por aquí,  por mi pueblo, en la presentación de su nuevo libro que, como casi siempre no pude asistir, porque como casi siempre también, me entero de estos eventos cuando ya han tenido lugar. Pero si pude leer la reseña, extensa, que de ella, de la presentación, hizo la prensa. Como es norma del Dr. Rojas, psiquiatra, trataba su nuevo libro de la necesidad y los requisitos, según el, necesarios para llevar una vida “medio decente”, una guía, unas normas de vida en definitiva. Daba varias, pero me quedé solo con dos: “el orden” y “las notas”; al parecer, ser ordenado contribuye, ayuda, a llevar una vida, nuestra vida, el día a día, más llevadero y, al menos en esto, en principio no le puse muchas pegas y además soy de los que creen que, en general, la gente suele tener el día, ese día a día a que se refiere el doctor, medianamente ordenado; tal como está la vida, con prisas, con trabajo, con hijos, con amigos...si no lo tienes medio previsto, con cierto orden, sería un verdadero desastre y, es evidente, que nuestra sociedad, o la mía, con la que convivo, con  esa sociedad cercana de amigos, de barrio, de vidas corrientes y molientes, no está tan destrozada. Por ello quiero pensar, y quizás tenga razones para ello, que más abajo detallare, que el Sr. Rojas se este refiriendo a un orden más completo, a un orden “interior”. Tener orden no solo en los quehaceres diarios, sino en nuestros pensamientos, en nuestras ideas, en nuestras creencias...en el cumplimiento que conlleva todo ello. Y lo de las notas... confieso que esto de las “notas” me desconcertó...en un principio después me vinieron recuerdos y entendí el mensaje del Dr. Pero tengo que “bucear” un poco dentro de mi para justificar el porque de ese entendimiento.

Mi interés, mi preocupación por la relación del hombre con Dios, mi interés por las creencias, me llevo, a lo largo de mi vida a una búsqueda constante de una explicación, de un porque, de una razón de esas creencias del hombre y, más aún, de su fe. Y de ese Dios que aparece en todas las culturas, adorado a través de múltiples imágenes, formas, presentaciones y creencias, del que no tenemos más datos que los aportados por el mismo hombre: el Dios de las creencias no se ha manifestado nunca, pero se cree en El, se tiene Fe en El, se ha matado por El...se hacen santos por El. Un Dios, mientras no se demuestre lo contrario, creado por el hombre (que ironía: el Dios que se dice creó al hombre fue creado a su vez por ese mismo hombre), un Dios hecho a imagen y semejanza...del mismo hombre. Un Dios plastilina que moldeamos en función de nuestras necesidades y nuestros intereses. Un Dios mantenido a lo largo del tiempo por mitos que se han ido transmitiendo oralmente, a través de generaciones. Generaciones sin más conocimiento ni más apoyo que su mismo mito. Si no se ha manifestado nunca, no puede saberse cual sería su imagen. Pero la tenemos, tenemos su imagen multiplicada hasta el infinito, en multitud de iconografías. Y busqué llamando a las puertas de aquellos que decían tener mucha relación con ese Dios, que afirmaban conocerlo. Me encontré que detrás de todas esas puertas tampoco estaba ese Dios de las creencias, de los mitos, de ese Dios traído a través de los siglos, sin más pruebas que un montón de tradiciones orales, que en un momento fueron recogidas en escritos que, luego se denominaron sagrados y que, a su vez , dieron lugar a nuevas creencias. Y me encontré que en todas esas puertas, lo que había era intervención humana, mucha intervención humana. Para eso, pensé, me quedo con mi yo.

Y una de esas puertas fue el Opus Dei. El recuerdo me lo trajo precisamente el Dr. Rojas. Me aceptaron cuando pedí conocer a esa llamada “Obra de Dios”. Y pronto empezaron las discrepancias y pronto pude comprobar que el hombre volvía a estar por encima del Dios. La figura del “Padre” hombre, por ejemplo, parecía tener más fuerza que el Dios Padre. No pude estar allí. Sus interpretaciones subjetivas, sin posibilidad de ser rebatidas, la imposibilidad de hablar de las normas me lo impedían y precisamente, dentro de esas “normas”, rituales, costumbres, usos o como quiera llamarse, estaban precisamente esas dos que recoge el dr. Enrique Rojas en su libro. “El plan de vida diario”...y las notas. Y es que al poco de estar conviviendo con miembros de la Obra, pude observar como todos, o casi, usaban una libreta, mejor agenda, con calendario, datos y hojas en blanco, que se reponían, de piel que llamaban por su nombre: una Luxinder. Yo entré en ello. Y por todo esto la he buscado y la he encontrado. En ella se anotaba, las notas, lo que se decía, lo que se oía en alguna charla; el plan de vida diario.

Salí de la Obra, mi esfuerzo me costó, y dejé la Luxinder. Mi lectura sobre la charla del  Dr. Rojas y mi reencuentro con la agenda, me ha hecho recordar un tiempo, uno de los tiempos que he dedicado a esa búsqueda del porqué de las creencias que, en parte, he dejado por la simple razón de que siempre me encuentro, me tropiezo, con el hombre. Y “El Dios de cada uno”, un libro de neurología muy interesante, escrito por un neurocientifico  granadino, que enseña en Oxford, me dio la señal, me abrió la mente. Lo he leído varías veces y lo he aconsejado otras tantas.


Y no se porque me viene la idea de que el Dr. Enrique Rojas y el Opus Dei no deben estar muy lejos el uno el otro.

martes, 23 de mayo de 2017








                                              


          



       



     Sobre el amor…y otras cosas.



Le decía a una amiga, que anda por aquí de vez en cuando, que quería escribir sobre el amor. Era evidente que me metía en un buen berenjenal prometiéndole tal cosa; hablar sobre el amor, así como así, no es que sea fácil, ni difícil, ni complicado, es que es... una incertidumbre, porque ni siquiera tú sabes que es lo que vas a decir sobre el amor. En principio la intención era hablar sobre el amor en edades avanzadas, porque a veces da la impresión como si el amor solo estuviera destinado a la gente joven.

Después recordé, de como hace muchos, muchos años, en una revista de entonces y en la que escribía un escritor conocido entonces y conocido mas ahora, acuñó una frase, que ya entonces me planteaba dudas sobre lo que en realidad quería decir, : ""hacer el amor"".  Entonces no la entendía pero es que hoy día tampoco y han pasado más de algunos años. No la entendía en cuanto al uso que le daba.  Literalmente y según el DRAE, " hacer el amor" es exactamente copular. Algo así como una manera fina de decirlo, un eufemismo vamos. Pero lo cierto es que esa expresión, en nuestros días, sea en los reality esos de la tele, en los que a ver cuál de los tertulianos grita más, sea en la prensa de cualquier color y formato, se está utilizando o se utiliza para hablar del amor. Y ahí no estoy nada de acuerdo.

El copular, ""unirse o juntarse sexualmente"", como dice el DRAE, lo he entendido siempre como la consecuencia, el resultado, el culmen, del amor entre dos personas. El copular porque si, que es lo que parece ser que se lleva mucho actualmente, el te cogi te comí, como también se dice muy, muy vulgarmente, no se, pero no creo que tenga nada, nada que ver con el amor. Si con el deseo, con el sexo... ni siquiera con la sexualidad.

Y, me parece, que en la actualidad, en estos tiempos, el concepto, la idea se distancia más.

Hace unos días tuve la oportunidad de leer una entrevista que le hacen a tres escritores-autores muy conocidos: Vargas Llosa, Perez Reverte y Javier Marías. Ni que decir tiene lo jugosa que estaba la entrevista, las ocurrencias de cada uno, la cultura de los tres... y en un momento surge el amor y no recuerdo bien si fue Perez Reverte el que habló del amor romántico y fue entonces cuando Vargas Llosa, como si se preguntara así mismo, dijo: pero si el amor no es romántico entonces que es?. La pregunta se quedó entre los tres y al menos  en mi también. No se me había ocurrido condicionar el amor de esa manera y lo cierto es que lleva razón. A veces tenemos una impresión del romanticismo algo cursi, antiguo.

Es verdaderamente asombroso, se puede comprobar, que gran parte de la información que nos llega,  que nos inunda,  que recibimos, vía anuncios, sloganes, publicidad... detrás, delante, de manera expresa o subliminal, aparece el amor... entrecomillado. A veces me causa sonrisa ver cómo el fin y el resultado de ponerse una colonia prepara a los protagonistas para irse a la cama de inmediato. Solo con olerla (la colonia, se supone). Y también me ocupa tiempo comprobar cómo cada vez más se rinde un tremendo culto al cuerpo, femenino o masculino, da igual. El hombre actual, y la mujer, que igual monta, lo quieren convertir solo y exclusivamente en materia y sexo. Se puede pensar que son cosas de la publicidad, del "marketing", de la necesidad de vender. Pero la verdad es que esa publicidad acaba influyendo, precisamente por ello, con gran fuerza, en esa mujer y ese hombre.

Al amor lo he entendido siempre como el ocuparse y preocuparse, como compartir, sentir, compartir silencios, miradas, sentimientos, dolor, alegría, dolor en la ausencia, tristeza en la marcha, el amor es saber, conocer, el uno del otro, sentir su tristeza y tratar de paliarla, buscar su felicidad en todo momento, respetar, considerar... y claro, como no, unirse, unirse fuertemente en uno solo, buscar las caricias, desear las caricias... como dice una amiga mía refugiarse, acurrucarse en el otro. El ""hacer el amor"", que decía ese conocido escritor y se dice ahora, es en todo caso el resultado, la consecuencia, y el deseo ultimo, íntimo de estar uno en el otro. En cualquier caso, hacer el amor, seria la consecuencia, no el fin.

Con el amor se desea, se comparte, se vive, se alegra, se silencia, se mira sin saber porque, se siente sin saber porque, se quiere sin saber porqué, se quiere estar con la persona amada sin saber porque, solo es sentimiento que no se sabe de donde sale, ni como se mantiene.

En una de esas noches que nos puede regalar el verano, de paseo lento, de disfrute de una ría iluminada con los reflejos de las luces, acogiendo el descanso de embarcaciones dispuestas para la faena de la madrugada siguiente, acompañado de una brisa marina deliciosa, observe que, delante de mi iba una pareja que mostraban ya de espaldas, una gran complicidad, susurros, diálogos mesurados, y que iban cogidos de la mano. Después observe su paso lento, sin prisas, como recreándose en la noche. Aun cuando por mi paso más rápido podía haberlos adelantado quise seguir observándolos porque me pareció que eran... lo que me figure; una pareja de edad avanzada, por eso el paso acorde con su tiempo, que disfrutaban de un paseo y de su mutua compañía. El le hablaba muy bajito y con la cabeza inclinada y ella le escuchaba, y con tanta atención, con tanto interés, que parecía que era la primera vez que lo oía. Así estuvieron todo el rato, en su mundo, ajeno a todo lo que le rodeaba, y con las manos cogidas. En mi imaginación, que no quisiera perderla jamás, me pareció ver como iban dejando una estela de felicidad increíble. Esta escena sería suficiente como contestación a esa amiga de hablarle del amor...en edades avanzadas. Pero creo que hay más.

Si, hay más, porque aunque no lo haya mencionado, si he dejado entrever uno de los sentimientos, para mi más hermoso que debe aparecer en el amor a esas edades...de vida, que no de sentires: la ternura. Ese sentimiento que impulsa al acogimiento, a la caricia, a la sonrisa... Y la amistad, el amigo del alma, con el que siempre estás, aunque no estes.

Y no quisiera estar idealizando, amiga.










viernes, 3 de febrero de 2017

Del maravilloso techo de estrellas en noches de verano.













""Un tercio de la Humanidad vive en lugares donde no es posible ver la ""Via Láctea"". Es el titular de un amplio estudio sobre la contaminación lumínica que afecta a gran parte del planeta y que tiene por nombre ""Nuevo atlas mundial del brillo artificial."" La "Via Láctea" queda escondida para el 80% de los norteamericanos y el 60% de los europeos. Según el estudio la mayoría de los niños actuales no han visto nunca lo que llamamos el "Camino de Santiago." Se puede decir que estamos en las primeras generaciones que perdemos el contacto con las noches oscuras con su espectáculo maravilloso del universo. Bueno, con un trocito, muy pequeñito, pero inmenso, del universo.

Hubo una época, maravillosa, en la que aún podía disfrutar de los hijos, en la que podía hablarles y me escuchaban, en la que aún no habían aparecido esos artilugios hijos de la llamada generación tecnológica...teléfono móvil, smartphon, iPod, iPad...y no digamos de esas llamadas "redes sociales", que tanto enredan y tanto enganchan y tanto separan y tanto tratan de convencerte de que eres un ser libre, y lo peor es que te lo crees. Un tiempo en el que era posible poder sentarte rodeado de ellos en una amplia terraza de un piso cualquiera de un coqueto y tranquilo rincón costero de pescadores...y disfrutar de hermosas noches cálidas propias del verano y de su cielo estrellado maravilloso. Para no tener aquel rincón no tenía ni lo que hoy se denomina "" contaminación lumínica ". Claro, y por eso podíamos disfrutar de aquel inmenso techo de estrellas. Allí, en bañador, después de un jugoso día de playa, duchados y cenados, sin contaminación sonora ni lumínica, ni tecnológica, podíamos disfrutar de un cielo hasta el infinito, el infinito que podíamos apreciar.

.- Aquella que está allí, tan brillante, tan grandota, le dije a mi hijo Arturo señalándola con la mano, se llama como tú.
.- ¿Arturo? ¿Tengo una estrella?
.- Se llama como tú. Ahora puedes decir que tienes una estrella.
.- ¿Y la mía? ¿Yo no tengo estrella? Me decía mi hijo Carlos, con razón.
.- Bueno, debe estar por ahí. A ver...¡allí esta! Allí, ¿la ves?
.- ¿Y veis esa especie de sábana blanca, larga, larga, con cosas brillando? Esa es el Camino De Santiago. En verdad su nombre es "Via Láctea", Camino de leche. No os riáis, que así la llamaban hace algún tiempo los romanos...
¿Y esas que corren? Mira, mira...
.- Se les llama estrellas fugaces.
.- ¿Estrellas...que?

Y allí estábamos hasta que las bocas empezaban a abrirse y los ojos a cerrarse... No teníamos, móviles, ni ipod, ni iPad...para no tener no teníamos ni tele.

Hubo una época en mi vida, no muy larga, en que se aprovechaban los tiempos de descanso para salir con el coche. Siempre acompañados. Se decía que era mejor así. Hoy no se, ir acompañado de alguien que llama "esas piedras" a restos románicos y tiene como fin de camino unos huevos fritos con morcilla de arroz...pues que quieres que te diga. Que hay que buscarse compañeros de viaje que al menos tengan algún punto en común; aunque después se compartan esos nuevos fritos. Por norma descartaba viajar por vías rápidas, autopistas y autovias, prefiriendo las carreteras comarcales, con  buen piso, muy poca circulación, unos paisajes por lo general preciosos, pueblos con encanto y como no la gastronomía que iba cambiando conforme íbamos "subiendo". Prefería "callejear" tranquilamente. También solía "personalizar" el viaje: La ruta del románico, la ruta de los Monasterios... y es a este último al que me quiero referir.

La primera parada y noche se hizo en Pastrana, municipio de Guadalajara, capital de la comarca de la Alcarria, en la hospedería del Convento del Carmen, a dos kilómetros del municipio, fundado por Santa Teresa de Jesus en el siglo XVI, y en donde pude disfrutar del espectáculo grandioso que ofrece una noche estrellada en el campo, y sus sonidos. El fin era conocer Pastrana por su interés histórico, especialmente por conocer el famoso "balcón de la hora", sito en la torre de levante del Palacio Ducal, recibiendo ese nombre desde el tiempo de encarcelamiento de la Princesa de Eboli, Doña Ana de Mendoza y de la Cerda y De Silva y Cifuentes, entre 1581 y 1592, por orden de Felipe ll, siendo su salida a ese balcón, durante una hora, su único contacto con el exterior durante ese tiempo. También por su Colegiata Ntra. Sra. de la Asunción y el Museo de  Santa Teresa, imponente, y el Museo de Tapices, donde dicen conservan el tapiz de mayores dimensiones que existe...y dormir en la hospedería, claro.

Y lo que realmente quería resaltar fue la impresión, el asombro, que tuve, cuando bien entrada la madrugada se me ocurrió salir, en ropas de dormir, a una terraza descubierta anexa al comedor y que hacía de un gran balcón abierto al inmenso campo. Desde allí pude contemplar, casi sin respiración, el maravilloso espectáculo de un techo cuajado de estrellas rutilantes, estrellas fugaces y el inmenso, espectacular, asombroso "Camino De Santiago", Via Láctea, Camino de leche que decían los romanos...y los sonidos del campo. Me encontré con un inmenso techo de luces brillantes, de estrellas fugaces que cruzaban el cielo y que parecía salir de esa Vía Láctea, siempre unida a las peregrinaciones a Santiago.

Allí estuve un buen rato, paralizado por lo que tenía ante mi, tanto que, al poco, pude escuchar nítidamente lo que entonces denomine como, los "sonidos del campo"; lejos, cerca, agudos, graves, melodiosos, bruscos...aparecían y desaparecían, de animales que parecían comunicarse entre ellos.. ¡¡Cuanta vida hay en la "noche de los campos"! pude comprobar en Pastrana, de madrugada y en ropa de dormir.

No me creyeron cuando lo conté. Creían que era invención mía y sobre todo me miraron de aquella manera...como si pensaran que no andaba muy bien.

Recientemente me he enterado que, en el sitio del ""Dolmen de Soto"", en Trigueros, Huelva, se hacen reservas para ver los cielos en el mes de agosto desde ese maravilloso entorno. Desde luego me apunto, bueno hago la reserva.














lunes, 2 de enero de 2017

La Hamaca vacia











    Lo cuenta en un artículo suyo,  publicado el día 13 de agosto de 2016, Manuel Fraijó, Catedrático emérito de la Facultad de Filosofía de la UNED. Al parecer asistía a una conferencia que daba un conocido teólogo protestante sobre la muerte. Al término de la misma, y en el coloquio que siguió se atrevió a preguntar por lo que solemos llamar "el más allá". Al parecer, y después de algunas evasivas por parte del teólogo conferenciante, y ante la insistencia del autor del artículo referenciado , el teólogo, con sorpresa para todos empezó a hablar de su hijo, recientemente fallecido.

.- ""Era muy joven, dijo, con una enfermedad incurable, larga y dolorosa. Por las tardes salía al jardín y se sentaba en una hamaca. Después llegaban su novia y algunos amigos y, sin prisas, hablábamos de todo. Cuando ya todo terminó, -continuó con cierta emoción,- su novia siguió viniendo a verme, más tarde se casó, con un ayudante mío de Cátedra, y tuvieron dos hijos; mis nietos, que siguen viniendo al jardín; la hamaca también sigue allí. Y después mirándolo fijamente termino: todo ello, su novia, los hijos de su novia, el jardín, la hamaca ya vacía y un montón de recuerdos es lo que queda de mi hijo. A esas realidades se reduce mi nueva vida." Hubo un gran silencio, y el autor de citado artículo, no volvió a hablarle del tema.

Los recuerdos y la hamaca vacía. Se conformaba con los recuerdos. Por mi parte siempre he comentado, y ya es creencia para mí, que nadie se muere mientras haya alguien que lo recuerde.

He terminado recientemente un dibujo a grafito, un retrato, de una autora norteamericana, cuyo nombre no recuerdo ahora mismo, que, además de por su físico, -me atrajo la enorme simpatía que irradiaba su imagen, sus ojos, su sonrisa, su tremenda empatía y sobre todo su bondad- que me interesó para ser dibujado, también por una frase que dijo en una entrevista que le hacían con motivo de la presentación de su último libro, que me hizo pensar: ""no quería morirse sin sus   recuerdos."

Es conocido que en las tradicionales religiones africanas, mientras el difunto sea recordado por los miembros de la comunidad, aún no ha muerto del todo; pertenece a los "muertos vivientes". Solo cuando al cabo de generaciones es olvidado su nombre, deja de ser miembro de la familia y marcha a su casa definitiva.

Ante el número de hamacas vacías que vamos acumulando, se hace necesario preguntarse si hay que conformarse con los recuerdos, como el teólogo protestante. Y yo creo que si. Es una forma de seguir viviendo, de seguir "estando". Recordar es volver a vivir, a revivir. Creo que he convertido ya en una coletilla, cuando digo que nadie muere realmente mientras haya alguien que le recuerde, como decía antes- Y los recuerdos de esas hamacas vacías, hacen la magia de que todos existen en el mismo tiempo, aunque haya hamacas vacías desde una niñez, o haya sido desocupada en tiempo muy reciente. El recuerdo  las une y hace que se vuelvan intemporales.

Sin embargo, al menos en nuestra cultura occidental, de alguna manera no se ha querido aceptar la muerte como único final; la nada como destino de nuestro andar por este mundo. Se quiere seguir viviendo, por lo que se dio como aserto, la inmortalidad del alma. Y como no, la resurrección, en nuestra cultura religiosa. Pero resulta que esta necesidad de "seguir viviendo" después de la muerte, como dice el historiador de las religiones James, "hasta el mísero hombre del Neanderthal ya contaba con una vida más allá de la tumba." También Heraclito dijo cosas sobre esto: "A los hombres, tras la muerte, les aguardan cosas que ni esperan ni imaginan." Platón daba por seguro que "no todo lo nuestro perece: perdura el alma inmortal." Parece que la esperanza de un futuro después de la muerte ha prosperado y acompañado de siempre a los seres humanos. También es verdad, que, en general, el paso del hombre por la tierra, en gran medida, nunca fue muy agradable, por lo que quizás este justificado que intentara soñar con espacios más alegres, más justos. ""Y es que, sigue diciendo el autor del artículo, los defensores de la esperanza comprendieron siempre que no hay mejora en este mundo que alcance a hacer justicia a los muertos; las mejoras nunca las disfrutarán los que ya se fueron."" Puede que el deseo de un más allá más justo, esté más que justificado, aunque en verdad sea un anhelo de difícil cumplimiento.

Y puede que sean precisamente las religiones, sobretodo monoteístas, las que son mas reacias a aceptar el relato del teólogo protestante, de la "hamaca vacía". Siempre ofrecieron, por sus hijos, por sus mayores y por sus antepasados, una vida más acogedora después de la muerte. Aunque ya se sabe que  "las religiones no informan de lo que saben, sino de lo que creen. (Manuel Fraijó). De ahí la frase de un gran creyente como el Cardenal Newmann, que dijo ""Que mis creencias soporten mis dudas"" y que se puede hacer extensivo a esa inmensa cantidad de los llamados creyentes.

En todo caso, "el más allá", no es una afirmación científicamente demostrable, pero ya se sabe que las religiones consideran que algo puede tener su significado sin ser necesariamente verificable.

P.D.: El dibujo que encabeza el articulo corresponde a la autora a la que he hecho referencia.