Páginas

miércoles, 29 de octubre de 2008

LA BUENAVENTURA


Una amiga, que me hizo una hermosa semblanza en su blog, entre otras cosas decia ..."ojala vuelva a sus recuerdos en el futuro...". Y vuelvo a otro de ellos y se lo dedico a ella, porque de alguna manera los deseos de otros a veces nos estimulan.

Era ya de noche, pero cálida como suelen ser las tardes-noches de esta parte del sur de España (Huelva) y que anima a que las calles se llenen de gente; comprando, paseando, tomando una copa o esperando como yo dentro del coche a que mi mujer llegara, ya que al estar mal aparcado no me atrevia a bajar de él sin el riesgo de una multa. Habiamos ido a ver a la familia, como soliamos hacer frecuentemente.

Tenia el cristal de la puerta bajado; la temperatura era tan agradable que invitaba a ello. Me habia dispuesto a oir música y a acumular toda la paciencia que se requiere para estos casos cuando, en un momento dado un rostro de mujer hermoso con unos ojos negros enormes, vivos, profundos, se me aparecio y sin reaccion por mi parte me espetó: "¿Quieres que te diga la buenaventura?". La aparición, repentina, me sobresaltó. "Es muy joven", me dije. No me dio tiempo a contestar: "Anda guapetón, déjame que te lea la mano". Sin mirarle casi le dije que no con la cabeza. Ella inisistió: "Dame la mano", me dijo haciendo ademan de cogerla. Mi mirada la detuvo, pero seguidamente empezó a contarme la historia de sus "churumbeles". "Tengo dos churumbeles que tengo que darles de comer,... anda dame algo." ¿Y el padre de los churumbeles? le pregunté. "Anda dame algo, no tengo otra cosa que esto", -se referia a pedir a cambio de dar la buenaventura-. "El padre se fué..." y mientras seguia contándome su historia saque algo de dinero y sin decir palabra se lo dí. Lo cogió rapidamente, tan rapidamente como dejó de contarme su historia, pero cuando vió lo que le habia dado... supongo que seria mas de lo que hubiera esperado, no ya como limosna, sino como pago de su "trabajo", me dijo de nuevo "dame tu mano", pero entonces le habia cambiado la voz y la expresion de su hermoso y agitado rostro y la fuerza de sus ojos. Dudaba y ella lo supo, "Dejame leer tu mano" me dijo ya muy firmemente. Muy despacio, llevado quizas por el tremendo cambio que se habia experimentado en el rostro de aquella mujer, le dí mi mano. "No, la otra". La cogió entre las suyas, manos muy trabajadas pero proporcionadas, poniendola hacia ariba. Con una mano me la asía y con los dedos de la otra fue recorriendo las líneas de mi mano: la de la vida, la de la salud, la del amor, la de la fortuna... los hijos, los amores, la muerte... De pronto, bruscamente, cerré la mano y la retiré de las suyas: sentí que me desnudaba, que entraba en mi intimidad, en mi destino, en el yo de dentro... y temí me diera noticias mias que yo solo conocia y de otras de las que aun no tenia conocimiento, y no queria que eso ocurriera; no queria saber. Me miró extrañada mas que sorprendida. "Déjalo y cuida mucho de tus churumbeles" le dije serio. Me miró de nuevo muy, muy profundamente: "Y tu procura ser feliz". Y se fué.

Y durante un tiempo tuve sobre mi aquel rostro último hermoso, sincero, noble, con unos enormes ojos negros que durante unos instantes habia tenido la sensación de que habia "leido" mi vida.