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domingo, 31 de mayo de 2009

¡¡QUE MAS DA¡¡


De esos recuerdos que a veces surgen, o vuelven, como los inviernos, o mejor las primaveras, y que una conocida/amiga "internauta", de poco tiempo, me deseó, en algún momento de mejor relación, que no dejara de evocarlos, los recuerdos, hace ya algún tiempo que uno de ellos se me "cuelga" con demasiada insistencia entre mis pensamientos: "el saber de Dios, el hablar de Dios, el conocer de Dios..."

Hace tiempo, probablemente mucho tiempo, y, probablemente tambien a diferencia de ahora, no lo se, hablábamos, los muchachos y muchachas de entonces, de vez en cuando, de creencias, de religiones, de comportamientos, de ética y... "de lo que Dios quiere". Ya entonces me parecía esta última expresión "lo que Dios quiere" una barbaridad y cuando les contestaba con ¿y tu como sabes lo que quiere Dios? ¿como lo sabes? ¿hablas con Dios?, pues... era condenado a lo mas profundo de los infiernos... Y les decia ademas que no solo no estaba de acuerdo sino que me parecia que era el acto de soberbia mas grande que habia conocido. ¿No fue por algo parecido por lo que surgieron los "angeles malos", por la soberbia de querer saber como Dios?.

En estos dias he tenido una discusión mañanera, manifiestamente fuera de lo que podemos entender por amigable, con un compañero/amigo, que al comentarle que una higuera de entre la vegetacion con que cuenta nuestra zona de trabajo, no tenia frutos, me recordó el pasaje sobre la higuera esteril de la Biblia. "Siempre me pareció un desacierto, aunque se diga que lo dijo Jesús", le dije. Y surgio la discusión, el enfado, para mi el radicalismo de creerse estar en posesion de la verdad, de no consentir a nadie la menor duda: la soberbia de nuevo, despues de tantos años, de saber lo que quiere decir Jesus-Dios.

Me viene a la memoria una anecdota que me contaron de un jesuita, que no se si será verdad, como tantas otras anecdotas que se cuentan de ellos, y que era que respondia con un "¡que mas da¡" tanto al que le confesaba que no creia en Dios, como al que le afirmaba que defendia su existencia: ¡que mas da¡... si tanto una como otra confesión no es posible demostarla. Pues eso.