Las nuevas tecnologías y un mensaje del WatsAAp me
han traído recuerdos de la infancia, recuerdos
de mi “Tio Juanito”; el mensaje me lo enviaba su hija.
La casa del tío Juanito estaba casi al final de un camino de albero que
se iniciaba nada más dejar las últimas casas de la ciudad. Era un camino sombreado
principalmente por las sombras que daban las ramas de los árboles de las moras, pero a pesar de la sombra que daban
las moreras, recuerdo que el sol que nos daba en algunos días, era de justicia, normalmente íbamos en el verano, supongo que por las vacaciones, árbol al que, una vez
si y otra también, nos subíamos, cuando íbamos a visitarle, a coger
moras y las hojas para los gusanos de seda que manteníamos en una caja de zapatos. La cosa estaba en que
efectivamente cogíamos las moras y las
hojas, pero también que nos poníamos "morados" de
manchas de las moras, de lo que nos dábamos cuenta cuando llegábamos al suelo. Hoy todo aquel espacio del que disfrutábamos tanto, se ha convertido en barriadas, en colmenas
humanas, propias del desarrollo normal de la ciudad a lo largo de los años. La casa del tío Juanito no estaba aislada,
formaba parte de un conjunto de ellas, que hoy día
se podría denominar como urbanización, solo que sin urbanizar y sin orden, mucho mas cercana a
casa de campo que a chalet de urbanización
Con el tío Juanito nos íbamos a pescar algún que otro domingo; nos
llevaba a mi primo Adolfo y a mí, a la Punta del Sebo,
donde confluyen los ríos Tinto y Odiel. Era entonces un paraje natural de playa,
situado a dos km. de la zona urbana y en el que fue situado el Monumento a la Fe Descubridora, aunque
popularmente se le denomina Monumento a Colón.
Fue construido con piedras procedentes de la localidad onubense de Niebla. Representa una figura humana cubierta por un
manto y en posición del símbolo franciscano "Tau" y mirando hacia la ría. Fue proyectado por la escultora estadounidense
"Miss Gertrude Vanderbilt Whitney". De la "Punta del Sebo"
recuerdo unos enormes y hermosos eucaliptos grabados a punta de navaja,
supongo, con "Ana y Pepe" y dos corazones magníficamente unidos. Al menos en el eucalipto continuaban
unidos.
Nos recogía temprano en casa de sus
padres, mis abuelos por parte de padre, donde yo residía entonces porque estaba estudiando en el Colegio de Los
Maristas; a mí y a mi primo Adolfo, que se
quedaba a dormir por aquello de que nos recogería
temprano. Aún recuerdo su tremendo
apetito, propio de toda la familia, ya que lo primero que hacía, después de saludar a sus padres y a sus hermanas, era ir a la cocina a
comprobar si había sobrado algo de comida y si
la había la calentaba y a una
velocidad endiablada daba buena cuenta de ella.
.-¿Nos vamos?
No le fue fácil la vida para el tío Juanito. La vida lo puso a prueba más de una vez, pero las supo superar todas. Mi tío Juanito aún se casó dos veces más; no sabía vivir solo, decía. Murió mayor, sin síntomas de vejez, sin aparentar
la edad que realmente tenia... y eso que fumó
desaforadamente de manera continuada, cigarrillo tras cigarrillo.
Como decía al principio el recuerdo de
mi tío me lo ha traído su hija mayor, al enviarme un WatsApp hace unos días. A veces estos inventos tren cosas positivas. De
adolescentes éramos muy amigos y nos llevábamos estupendamente. Nos queríamos mucho. Tenía un encanto especial y todos
los chicos de aquella época andaban detrás
de ella en el Instituto. Era ya conocida su única
trenza a la que casi todos trataban de coger. La vida nos alejó y... cosas de la vida también,
la técnica nos ha acercado de
nuevo.
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