Páginas

sábado, 28 de diciembre de 2013

Mi tio Juanito. (Y no es un cuento de Navidad, pero podria serlo.)


 

 


                                                                      

Las nuevas tecnologías y un mensaje del WatsAAp me han traído recuerdos de la infancia, recuerdos de mi Tio Juanito; el mensaje me lo enviaba su hija.

 Era el tío joven de la familia, con el que los sobrinos nos llevábamos  mejor, el que nos entendía y al que de alguna forma nos mirábamos. El "tío Juanito" montaba en bicicleta, el "tío Juanito" se iba de pesca todos los fines de semana y de caza cuando la veda lo permitía. El "tío Juanito" era el mas pequeño de sus hermanos, que eran diez, el benjamín de todos ellos.  Cuando yo nací debía tener 18 o 19 años. Al tío Juanito le encantaban los perros y a los perros les encantaba  el tío Juanito; se los llevaba de pesca y de caza. Tenía dos en su casa. Su casa, a la que nos gustaba ir los sobrinos mayores, por el tío Juanito y también porque era una casa singular, porque estaba fuera de los limites urbanos de la ciudad y porque no era una casa a la que estábamos acostumbrados a visitar, era una casa casi de campo, porque ni estaba en el campo ni estaba en la ciudad. Contaba con un gran patio sobre el que giraba realmente las demás dependencias de ella. Nada más entrar al patio te encontrabas con el saludo de los dos perros del tío Juanito y los saludos de los ocupantes de una gran pajarera, y, como no, las sombras de un par de árboles. Y trasteando, como siempre, la tía Aurora, La quería mucho y me llevaba muy bien con ella. Cuando ya se instalaron en un piso de la ciudad, me dejaba una habitación para que pudiera pintar mis cuadritos de óleo de entonces, de los que algunos continúan colgados por las paredes familiares. Recuerdo, además  su tremenda dulzura y sobre todo su gran despiste; se hablaba en la familia de sus despistes; pasados los años se descubrió que esos despistes eran algo más serio.

 La casa del tío Juanito estaba casi al final de un camino de albero que se iniciaba nada más dejar las últimas casas de la ciudad. Era un camino sombreado principalmente por las sombras que daban las ramas de los árboles de las moras, pero a pesar de la sombra que daban las moreras, recuerdo que el sol que nos daba en algunos días, era de justicia, normalmente íbamos en el verano, supongo que por las vacaciones, árbol al que,  una vez si y otra también, nos subíamos, cuando íbamos a visitarle, a coger moras y las hojas para los gusanos de seda que manteníamos en una caja de zapatos. La cosa estaba en que efectivamente cogíamos las moras y las hojas,  pero también que nos poníamos "morados" de manchas de las moras, de lo que nos dábamos cuenta cuando llegábamos al suelo. Hoy todo aquel espacio del que disfrutábamos tanto, se ha convertido en barriadas, en colmenas humanas, propias del desarrollo normal de la ciudad a lo largo de los años. La casa del tío Juanito no estaba aislada, formaba parte de un conjunto de ellas, que hoy día se podría denominar como urbanización, solo que sin urbanizar y sin orden, mucho mas cercana a casa de campo que a chalet de urbanización

Con el tío Juanito nos íbamos a pescar algún que otro domingo; nos llevaba a mi primo Adolfo y a mí, a la Punta del Sebo, donde  confluyen los ríos Tinto y Odiel. Era entonces un paraje natural de playa, situado a dos km. de la zona urbana y en el que fue situado    el Monumento a la Fe Descubridora, aunque popularmente se le denomina Monumento a Colón. Fue construido con piedras procedentes de la localidad onubense de Niebla.  Representa una figura humana cubierta por un manto y en posición del símbolo franciscano "Tau" y mirando hacia la ría. Fue proyectado por la escultora estadounidense "Miss Gertrude Vanderbilt Whitney". De la "Punta del Sebo" recuerdo unos enormes y hermosos eucaliptos grabados a punta de navaja, supongo, con "Ana y Pepe" y dos corazones magníficamente unidos. Al menos en el eucalipto continuaban unidos.

Nos recogía temprano en casa de sus padres, mis abuelos por parte de padre, donde yo residía entonces porque estaba estudiando en el Colegio de Los Maristas; a mí y a mi primo Adolfo, que se quedaba a dormir por aquello de que nos recogería temprano. Aún recuerdo su tremendo apetito, propio de toda la familia, ya que lo primero que hacía, después de saludar a sus padres  y a sus hermanas, era ir a la cocina a comprobar si había sobrado algo de comida y si la había la calentaba y a una velocidad endiablada daba buena cuenta de ella.

.-¿Nos vamos?

 A un sobrino lo montaba en el "cuadro" de la bicicleta, al otro en el sillín trasero y así nos íbamos a la Punta del Sebo. No cabe duda de que era un respetable esfuerzo, pero la edad y las calorías que había ingerido previamente, le ayudaban. Pasábamos la mañana pescando en la Ría; lo que no recuerdo es sin pescábamos algo.

No le fue fácil la vida para el tío Juanito. La vida lo puso a prueba más de una vez, pero las supo superar todas. Mi tío Juanito aún se casó dos veces más; no sabía vivir solo, decía. Murió mayor, sin síntomas de vejez, sin aparentar la edad que realmente tenia... y eso que fumó desaforadamente de manera continuada, cigarrillo tras cigarrillo.

Como decía al principio el recuerdo de mi tío me lo ha traído su hija mayor, al enviarme un WatsApp hace unos días. A veces estos inventos tren cosas positivas. De adolescentes éramos  muy amigos y nos llevábamos estupendamente. Nos queríamos mucho. Tenía un encanto especial y todos los chicos de aquella época  andaban detrás de ella en el Instituto. Era ya conocida su única trenza a la que casi todos trataban de coger. La vida nos alejó y... cosas de la vida también, la técnica nos ha acercado de nuevo.

No hay comentarios: