Murió, también, mi amigo Pedro. Le vimos, le vi, como se moría poco a poco. Y también le vi luchar porque no ocurriera, aunque ya él me lo dijera: “Juan Adolfo a mi me queda como mucho un año de estar por aquí.” Y no se equivoco mucho. Formaba parte de nuestra tertulia. Fue un contertulio fuerte, preparado, ágil, con una gran memoria, fogoso, pasional...elevaba la discusión al límite; era de respuesta rápida. En ella, en la tertulia, en esas reuniones de los miércoles, se empezó a apreciar su deterioro, aunque no dejaba, no quería que se le notara lo más mínimo. Después, cuando solos él y yo, nos íbamos para casa, me lo decía, se sinceraba, creo que sentía la necesidad de sincerarse, de hablar de lo que estaba ocurriendo por dentro. “”Me están metiendo mierda en el cuerpo, Juan Adolfo. Y ahora me han dicho que tengo metástasis en el pulmón y en el hígado.” Y no sabía que decirle. ¿Que se le puede decir a un amigo que te dice que sabe que se está muriendo.? Y tú sabes que es verdad.
Nos inventamos una mini-tertulia; con ello pretendíamos quitarle un día de estar en casa. La pusimos los lunes; el miércoles era la de siempre la de todos, en esta sólo acudíamos, lo acordamos así, tres amigos. Cuando lo veíamos aparecer, vivía relativamente cerca de donde teníamos el encuentro, notábamos su color macilento, su andar con desgana y esa pérdida de vida que se ve, y claro que se ve, en su mirada. Pedía su café solo, “”por favor muy caliente””. Y se metía de lleno enseguida en el tema que estuviéramos debatiendo...y cambiaba, parecía Pedro.
Le acompañé en los últimos días de vida, bueno dos días antes de irse y me quedó una frase que recuerdo con mucha frecuencia. Ese día, como otros anteriores, estábamos sentados en una pequeña sala de estar. Yo en una butaca él en el sofá con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados. Yo hablaba y hablaba, hasta que pensé que podría molestarle tanta palabrería. Y se lo dije:
.- Pedro, me voy a ir ya porque te estoy molestando.
Seguía con los ojos cerrados. Y me contestó:
.- Por favor, no te vayas, tú Palabra me consuela.
Pedro murió un par de días después. Se me fue un amigo, fuerte, joven, pasional, curioso...se me fue un amigo, que no es poco.
Según Seneca, quien mejor vive la vida es el sabio, recordando sabiamente el pasado, aprovechando el presente y disponiendo el futuro.
Probablemente, bueno seguro, ya me toca pensar en la brevedad de la vida. Parece que es cuando te das cuenta de que no queda ya mucho para marcharte, cuando empiezas a decirte que “”que corta es la vida””.
Sobre este tema tenemos textos que vienen a decirnos que, en cualquier época el hombre se ha hecho la misma pregunta y la misma reflexión sobre la vida. Tenemos a Seneca, con su “De la brevedad de la vida.”, Luis de Gongora con “De la brevedad engañosa de la vida” y Ocnos, de Luis Cernuda. Y hasta una Opera, “La vIda breve” de Falla.
De pronto aprecias que los días se han acelerado, que pasan a una velocidad de vértigo, los días, las semanas, los meses...Es como si el concepto del tiempo hubiera cambiado. Empiezas a enterarte que la vida es limitada, es mucho más breve de lo que tenías pensado y que, probablemente, no, seguro, no te dará tiempo a conocer, vivir, todo lo que siempre habías deseado. Como dejo dicho Cernuda en Ocnos “somos alcanzados por el tiempo y a partir de ahí nos sentimos obligados a contar con el.”
Y comienzan las reflexiones. En mi caso no reivindico una segunda oportunidad, pero sí que siendo la vida tan breve, se pierda el tiempo tan lamentablemente.
A mi amigo Pedro, le alcanzó el tiempo; se fue pronto.
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