Hace ya tiempo, y dejémoslo así, tuvimos la ocasión de vernos con unos amigos de esos que llamamos "de toda la vida" y que, por distancias físicas, vivimos en ciudades diferentes, y esas que llamamos circunstancias de la vida, no lo podemos hacer con la frecuencia que quisieramos. Nos vimos en su casa y en la conversación, despues de saludos, de preguntarnos mutuamente por nuestros niños y esas cosas, casi derivado de ello empezamos a hablar de la experiencia de la vida en común, de la convivencia, de la convivencia en general y de la convivencia entre parejas en particular y sobre todo del "último tramo" de la vida, considerando vida como el total de esa "edad media" que se nos asigna a hombres y mujeres. Recuerdo que se habló de lo que se dice que ocurre con el paso de los años en una vida en común; que si la pasión desaparece, que si la rutina lo invade todo, que si la propia inercia de la existencia nos absorbe, que si la atención a los hijos prioriza la atención comun... Y recuerdo que cuando me tocó hablar les dije que entendía ese llamado "ultimo tramo", que para mi seria el penúltimo, largo, corto ó mediopensionista, como un momento, una ocasión en que algunas cosas debian ser sustituídas por otras, que entendía que deberian haber aparecido, consolidado mejor, en la pareja, la complicidad, la amistad, el cariño, el dialogo siempre como medio y norma... y la ternura. Si, la ternura. Y lo sigo creyendo hoy, aunque haya comprobado que, al parecer, no es nada fácil. Ya se, ya se que los niños, los nietos, aportan esa ternura, pero me refiero a la pareja, a la que sin ella no hubieran aparecido esos nietos. Y creo además que con ella, con la ternura, una pareja ha triunfado o ha fracasado. Creo que la ternura en una pareja, en su trato cotidiano, debe ser una de las sensaciones mas hermosas que se puede tener despues del amor. La ternura.
Algunos domingos suelo desayunar con un "personajillo", que, poco a poco, se ha ido convirtiendo en un interlocutor, mejor interlocutora, válida, en la medida de lo posible. En uno de esos desayunos, despues de solicitar del camarero lo que queríamos tomar "¿puedo pedir lo que quiera?", sentados uno frente al otro, en una mesa individual, la vi moverse en el asiento de una manera que me llamó la atención, "¿te ocurre algo, Carmen?", "No, me dijo, me estoy poniendo bien las braguillas." Tenía entonces cuatro años y es mi nieta.
En la mesa justo al lado de la nuestra, una pareja, mayor, que habian oido la conversación, pasaban en segundos de la sonrisa a... mayores; no era para menos.
En otro momento, en un paseo sin mas, de esos que nos recuerdan con pesada insistencia que no nos olvidemos de traer el pan y el periódico, por ese orden, recuerdo que ibamos hablando, Carmen y yo, de nuestras cosas, interesantes por supuesto, como por ejemplo que cuando su primo Arturo, el mayor de sus primos, tuviese cuatro años mas, ahora tiene nueve, pues... tendría novia; elemental. ¿Y tu? le pregunté. "Yo voy a ser tía". "Ah". ¿Que le iba a decir?. Sin embargo, mas tarde, me razonó el porque: "Es que no me gustan los besos." Yo lo dejé ahí; era una cuestion muy personal. Mas tarde, de vuelta del paseo y hechos los encargos, me dijo "¿Te digo un secreto?. "Bueno, si tu quieres". "Pero los secretos no se pueden decir", me insistió. "Claro, claro, por eso son secretos. Dime:" Bajando la voz, casi llegando al susurro, y yo ajustando mi oído a su altura, me dijo "Le he visto a mi papi el pajarito ". Tenia claro que me correpondia poner cara de asombro. La puse , claro, ademas de poner todo mi esfuerzo en contener la risa que estaba a punto de saltar, y di por supuesto, faltaria mas que quedara como un ignorante, que sabia a que "pajarito" se refería. Asi que le contesté: "Ya". Seguimos caminando de vuelta a casa en silencio y de nuevo, de pronto, me dijo: "Los secretos son secretos y no se dicen". "Claro, claro, un secreto es un secreto".
Hacia muchos, muchos años, que no mantenia unos diálogos tan interesantes, justo desde, cuando también en uno de esos paseos, y también con una niña, mas o menos de la misma edad, dándome con el codo, me decia: "Papi, mira que culo mas gordo tiene esa señora", la teníamos delante nuestra, claro.
Era mi hija, la madre de Carmen.
2 comentarios:
Me apunto a, cuando me toque, tener una nieta como Carmen; bueno la madre de Carmen tampoco se queda atras. No habia asociado la ternura con la tercera edad, no se porque pero la he relacionado con niños, incluso con escenas de cachorrillos, pero con mayores no. Y quizas tengas razon; lo que voy a hacer es fijarme mas de ahora en adelante. Hombre como tu dices, si ya casi todo desaparece, pues se debe sustituir por algo.
Que hermoso es la descripción de la conversacióncon Carmen, eso lo llamo complicidad entre nieta y abuelo.
Es verdad que cuando pasan los años, despues del amor, queda esa ternura que todos necesitamos y nos merecemos, el caminar juntos porla misma senda, conversando, mirandose uno al otro con ternura y cariño, creo que es el mayor regalo que podemos tener después de una vida llena de trabajo, dedicación.
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