La
muerte... y los gatos
La muerte sin previo aviso casi siempre es causa de
sorpresa. Parece como si nos fuera necesario una preparación, un verla venir, una especie
de antesala para algo tan natural como la muerte y ello a pesar de lo que en
muy contadas ocasiones oímos, "hay que ver lo que hay que pasar para
morirse". Y parece ser cierto; en el fondo ¿quien no ha deseado para si o
para un ser cercano... "una cosita rápida", "un acostarse y... ya no
levantarse"...?, al menos en este mundo. Y, sin embargo, la muerte siempre
es causa de sorpresa.
El apego a la vida es algo natural en nosotros. Es digno, y
lastimoso, de ver a personas en un clarísimo deterioro físico, como se aferra, se agarra con las pocas fuerzas que
ya le quedan, a la vida; no queremos irnos. No sabemos que ocurre después de la muerte, no nos consta
que haya algún tipo de vida después de esta. Las religiones nos hablan de “otra vida”, pero, evidentemente, sin
prueba alguna, solo la fe ¿y quien no la tenga?. La ignorancia es total y, hasta
ahora, nadie ha venido a contarnos que pasó. Solo en una ocasión se me ha dado la oportunidad de comprobar otra
circunstancia: "Ya te darás cuenta cuando llegues a mi edad, tenia mas de 90 años, que ya nada tiene
importancia." Conocía muy bien a esta persona y sabia de su pasión por el conocimiento, de su
permanente curiosidad... "Yo ya no hago nada aquí; solo soy un trasto
molesto", me dijo en otra ocasión, cuando le preguntaba porque no pintaba, porque no leía, porque no se interesaba...
Y cuando llego el momento de irse, con una mano cogida a su hija, y otra a mi,
dijo "Tengo miedo". Y se fue, nos dejo. Este caso me plantea la duda
de que seria preferible ¿llegar a la muerte lúcido, con conocimiento de lo que está pasando, o sin tener conciencia
de ello?. Quizás, después de esta experiencia, haya motivos para no querer
acordarnos que tenemos que irnos.
Y todo esto viene a cuento por la muerte no esperada de un
familiar, un muerte sin causa, al menos para los ojos profanos; solo tenía un pequeño resfriado. Su hija se la
encontró
muerta después de haberle llevado el desayuno. Y todo esto viene a
cuento por la visita posterior al Tanatorio adonde fue llevada, como es la
costumbre, para su velatorio por familiares y amigos y en donde mejor que en
ningún
sitio se puede comprobar toda la parafernalia que se ha montado alrededor de la
muerte. El culto a la muerte contrasta con ese tremendo deseo de aferrarse a la
vida, pero que se comprueba precisamente cuando en vitrinas adecuadas, se
ofrecen distintos modelos de lapidas, distintos modelos de crucifijos, una
variedad considerable de coronas de flores con las leyendas ya incorporadas,
recipientes para conservar las cenizas, el agua bendita sobre el féretro... hasta la propia
Misa... "suena" rara. Hasta la incineración, horno crematorio con su
salida de humos de la combustión, con las salas de espera con revistas y bebidas... Y la
entrega, una vez terminada la incineración, de una urna con los restos que han quedado... muy bien
presentada, incluso con una funda.
Todo previsto. Cada personaje, como en guión conocido, cumpliendo su
papel.
... ¿Y los gatos?
Cuando su hija fue a verla, dado que ni la llamaba ni se
había
levantado, y a retirar los avíos del desayuno, se encontró con la tremenda sorpresa de
que su madre había fallecido... !! pero también su gato ¡¡. A su madre le gustaban los
gatos y se llevaba bien con ellos. Tenía dos, uno
independiente, arisco, un poco o un mucho trasto, bicolor y otro, blanco,
apacible, sociable... que la seguía a todas partes y que siempre estaba o a sus pies o en su
regazo; el blanco es el que murió, al parecer, en el mismo momento de su dueña. ¿Explicación? ¿Causa? ¿Murió de pena al ver morir a su dueña? ¿Fue una coincidencia el hecho
de las dos muertes?
Pero no acaba aquí el tema de los gatos.
En el Tanatorio, ya de noche, yo ya me había ido, pudieron observar como
un gato, al parecer de bonito pelaje, y joven, pasaba resuelto por delante de
los apartamentos previstos para los velatorios, desde donde incluso, me
contaron, lo llamaban, pero no hizo caso a nadie, siguiendo resuelto su
andadura hasta llegar a la puerta donde se velaba el cadáver de... este familiar.
Entro, paso por delante de los que allí estaban, con la sorpresa de todos ellos, atravesó la estancia y se subió a un sofá que hay justo delante del
cristal desde donde puede verse el difunto; se subió, se enrosco y, al parecer, se
durmió. Ni
que decir del silencio y las miradas de los familiares, con el caso del otro
gato aun reciente. Así que dada la hora decidieron irse a descansar.
La hija no fue capaz de dormir aquella noche en su casa,
haciéndolo
en la de su hija.
Me lo contaron al día siguiente y aun estoy haciéndome preguntas.
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