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domingo, 10 de noviembre de 2013





                                            La con-vivencia y la tercera edad
                                                  


He leído recientemente los últimos datos sobre los matrimonios en España. El número de parejas separadas no lo recuerdo pero si el número de separaciones por minuto: 4. ¡¡Cuatro parejas que rompen en España por minuto!!. Es un fenómeno que viene acentuándose cada año. Las separaciones matrimoniales aumentan. ¿Qué ocurre?. Casi para todo se hace necesario un rodaje, una especie de espera, prueba, un tiempo de ajuste en esa convivencia que se inicia. Tendríamos que tener más datos de esa fría cifra, porque en verdad las parejas que deciden formalizar, de la manera que crea más oportuna, su situación generalmente, ya "son pareja" desde hace bastante tiempo. Parece como si el hecho de verse comprometidos "formalmente" les quitase la libertad con que se sentían sin ello.

 Tengo, no uno sino dos casos, en que una pareja después de estar conviviendo años, siete en uno y ocho en otro, y decidir unirse en matrimonio, no duraron más de un año.

En realidad realmente no llevaban un año, sino ocho en uno y nueve en otro. ¿qué ocurrió? ¿Cambió su sentido de la responsabilidad al pasar de un decidir vivir juntos a un contrato matrimonial?¿Cuando uno de los dos propuso tener hijos? Por ejemplo.

En mis años jóvenes, cuando nos reuníamos para hablar de lo humano y de lo divino, ya nos planteábamos cual debía ser el fin del matrimonio. La Iglesia de entonces influía muchísimo y en general se tenía la idea de que el fin de una unión entre un hombre y una mujer eran los hijos, pero además era una unión indisoluble. ¿Y los que no puedan tener hijos? me preguntaba, ¿no será al revés, que el fin de la unión entre un hombre y una  mujer sea el amor y los hijos, los tengan o no, la consecuencia? Hoy lo sigo creyendo como también de que si desde el primer momento se advierte que la convivencia no es posible debe dejarse.

 Entre esos recuerdos que fluyen de vez en cuando, tengo los de las parejas paseando los Domingos por la zona principal del pueblo. Iban muy vestidos formalmente y lo que más me llamaba poderosamente la atención era que no hablaban, no tenían al parecer nada que decirse. Cogidos del brazo, ella a él, paseaban de arriba abajo por la calle principal, peatonal, una y otra vez... sin decirse nada. Hay que tener en cuenta, como decía antes, que eso de separarse no se llevaba, no se aceptaba por la sociedad, y por la Iglesia de entonces no digamos, pero si se aceptaba que se tuvieran amantes, queridas, como se decía. La hipocresía de una sociedad influida por el Nacional-Catolicismo imperante. Lo que quiere decir que esto de malas convivencias y rupturas, da igual que sean de hecho que sean por lo tapadillo es una constante en los que deciden unirse.

 Soy de los convencidos de que la convivencia, una buena y duradera convivencia es posible como también creo que hay más parejas rotas de las que puedan dar las estadísticas: parejas que están rotas de hecho,  pero que las circunstancias, familiares, sociales, económicas, les hace continuar juntos. Y soy de los que cree que, como decía anteriormente, en estos casos, debe dejarse, continuar no solo supone un error, sino un desastre; lleva a la indiferencia y, en algunos casos,  a algo peor.

 La pasión, el sexo, la atracción, ... desaparece muy pronto. Por lo que pienso que la unión de dos personas no puede estar apoyada en esos basamentos. Es más, se debe saber que todo eso desaparecerá y que la rutina invadirá sus vidas, entrando en muchas, muchas ocasiones, en algo tremendo: la indiferencia; acaban  convertidos en un mueble más de la casa que habitan y casi todo se reduce a facturas, pagos, intendencia, niños, educación... discusionesy la rutina diaria, la mala rutina diaria. Eso en la "segunda edad", en la "tercera", si no se ha sabido llegar, si no se ha conseguido establecer lazos de amistad , de complicidad,...debe ser tremendo.

 Un amigo, con problemas con la segunda compañera, me decía que se había imaginado la "tercera edad", a la pareja en la tercera edad,  como una relación de ternura, de amistad, de complicidad, de entendimientos, de silencios compartidos porque ya casi no se necesario preguntar "porque se sabe". Yo también lo creo, aunque sepa que es idealizar una situación que, en muchos casos, llega complicada, vacía de contenido y con tremendos esfuerzos para aguantarse el uno al otro;  llegar al otoño de la vida, es llegar al tiempo compartido, es llegar a lo imaginado por mi amigo, a la complicidad, a un tiempo mas lento, a la ternura,

 Por lo que a mi respecta, me he imaginado siempre a la pareja como unidas por distintos puentes, puentes con doble sentido, puentes de ida y vuelta.

Hace unos años escribí este poema que titulé PUENTES ROTOS, y que dice así:

 
Y cuando por el tiempo parecería estar en el todo
tienes la sensación de arrastrar la vida.
Y cuando por el tiempo deberías ya ser
te sientes con pedazos, con palabras, a trozos con rencores
que ya no sabes cómo encajar.

Pero estas en ti
y vives la riqueza de tu yo de entonces,
recreado, renacido
con el tiempo y
te preguntas entonces que hubiera sido de haber sido feliz.

Los puentes, ya rotos,
te han dejado contigo y has renacido en el silencio
y el nosotros, deseado en el principio,
es solo un yo que no querías
y aunque la vida la lleves a cuestas
la rutina de ti compensa el camino.
 

la rutina, que puede ser positiva, y que, como dice el poema compensa el camino, o negativa y entonces el desgaste debe ser enorme. He defendido siempre la necesidad de cuidar los pequeños detalles, las pequeñas cosas, la vida en general está llena de ellas y cosas grandes, extraordinarias, pues eso, son extraordinarias, no forman parte de la rutina de la vida. No dar nunca los detalles, las cosas, por supuestas.

Debe ser tremendo que al cabo de los años uno de los dos acaba preguntándose con quien está unido, quien es la persona con quien vive, y en muchos casos con la que ha tenido descendencia. La evolución, no habría sido ni mejor ni peor, sino que se ha evolucionado de manera distinta a lo necesario para esa convivencia; ya no es la pareja, la persona con la que se decidió crear un proyecto de vida. En algunos casos hasta se piensa que se está con un extraño.

Hay mucho de que hablar sobre la convivencia, sobre la vida decidida en pareja. No quiero agotarlo aquí, porque además el transcurso de los mismos días, la vida en sí, me llevaran nuevamente a tratar de este tema del que se juega en la mayoría de los casos, algo que debe ser fundamental en el corto tiempo de estancia en este planeta en el que estamos montados dando vueltas y más vueltas a una velocidad más que respetable, la felicidad.

Llegado el caso, hay que irse, hay que dejarlo, y que al menos, en muchos casos, los años útiles que queden de vida puedan vivirse serenamente, que la nueva rutina compense el camino.

 

 

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