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miércoles, 13 de agosto de 2014

Mi Venus de Milo








 Era de color negro ébano y como tantas otras cosas no se donde fue a parar. Estaba encima del mueble-biblioteca que había en casa de mis padres, también barnizado en negro y lo llamo mueble-biblioteca porque la recuerdo con dos puertas, quizás mas anchas de lo normal, con un par de cristales esmerilados cada una de ellas y debajo dos cajones del ancho asimismo de las puertas. Era la biblioteca de mi madre, en la que había además de lo lógico, libros, prensa de su época, colecciones de revistas...y cosas así que yo recuerde. Mi madre la solía tener cerrada con llave que solo yo utilizaba. Del contenido de esa biblioteca me nutrí en mi adolescencia, siempre bajo la vigilancia, distante, de mi madre.

.- ¿Que estas leyendo? Me decía cuando me veía con uno de los libros que había en ella.

.- Espera, espera. Buscaba entre los libros y cogiendo uno de ellos me decía:

.- Primero lee este, que sino no vas a entender el que estas leyendo.

Pero estaba hablando de una pequeña estatuilla que había sobre la biblioteca y que se trataba de la Venus de Milo, de una reproducción de una bellísima y perfecta mujer que había encontrado un campesino en la isla de Milo, el 8 de abril de 1820, pequeña isla volcánica griega del Mar Egeo, perteneciente al archipiélago de las Cicladas.  La Venus de Milo representa a Afrodita, diosa de la belleza y del amor y que según la mitología griega nació de la espuma. Desde entonces tengo grabada su imagen; no tengo mas que cerrar los ojos para evocarla, para traerla de nuevo y disfrutar de su belleza. Están entre los mejores recuerdos de mi infancia- adolescencia; adoraba esa imagen, me quedaba absorto observándola, observando sus líneas perfectas, su indudable belleza. Recuerdo su cabeza y su perfil griego sobre un cuello de unas proporciones increíbles, y un cuerpo esbelto semidesnudo que tan solo provocaba en mi admiración y asombro. No se que fue de ella; lo mas probable que se rompiese o se extraviase en la mudanza que hicimos cuando nos fuimos a vivir a otra ciudad. No volví a disfrutar de su belleza, pero si la tengo guardada entre mis mas queridos recuerdos. Como tampoco supe que paso de aquella prensa que colecciono mi madre, ni aquellos fascículos, ni las revistas de la época. Y me vienen estos recuerdos porque me lo preguntaban en una de las líneas verticales de un crucigrama.

A veces unos recuerdos se unen con otros de tal manera que la evocación de cualquiera de ello arrastra inexcusablemente al otro. La biblioteca de mi madre, su contenido, los ratos hermosos que me dieron la lectura de muchos de sus libros, una pequeña reproducción de una estatua griega, representante de la belleza y del amor, se unen para formar parte de una época de mi vida; del inicio de mi adolescencia

Y me llama mucho la atención de que manera tan fuerte se quedan grabados unos momentos, unas actuaciones, unas imágenes, unas palabras... hasta un lugar y una luz. Porque solía leer, los libros que habían pasado por el filtro orientativo de mi madre, en un butacon que estaba junto a la biblioteca y que formaba parte de un conjunto de ellos y al lado de una ventana que daba a la "calle de atrás" de la casa  donde vivíamos y a la que salíamos salir por lo que se denominaba entonces "la puerta falsa".

Lo curioso es que ese rincón donde solía leer era también usado para tocar el laúd. No recuerdo como llego a mi el laúd. Si recuerdo que, dado el estado en que se encontraba,  me metí nada menos que a repararlo, porque cuando llego a mis manos estaba bastante deteriorado y recuerdo haber intentado su reparación al menos de manera suficiente como para que pudiera ser tocado y escuchado su sonido. Tampoco recuerdo que paso con el laúd si se que fue sustituido por una guitarra de la que aprendí a tocar los acordes mayores y menores gracias a Don Benito, el practicante del pueblo y que acudía a ponerme inyecciones a fin de calmar las molestias de un cólico nefrítico, que por aquella época, mas o menos 15 años, ya empezaron a aparecer.

Escribiendo estos recuerdos recibo un "WhatsApp" de una amiga en el que me enviaba una foto de una puesta de sol de un lugar que no reconocí.

.- Por favor, me dijo, es de Isla, de Isla Cristina. Y esta tomada desde el puente.

Ella, como yo, había vivido en Isla Cristina y ella, como yo, guarda muy buenos recuerdos de cuando, como yo, la vivía. Es vecina y solemos hablar de cosas y gustos comunes y de... Isla Cristina. El puente a que hacia referencia era un puente con estructura  de hierro apoyado en unos pilares, concebido para paso de vehículos. Los peatones lo cruzaban a través de una especie de aceras, en los dos lados, protegidas por una  barandilla, que era precisamente la que se veía en la foto que me mandaba mi amiga. A mi puente lo habían mutilado. Agarrándonos a esa barandilla y balanceandonos, llegábamos a uno de los soportes del puente y desde el nos poníamos a pescar ... ¡Arbures! Es una especie de lubina pero con una carne muy basta.

Como le dije a mi amiga, yo vivía cerca de allí, justo frente al río y a la fabrica de conservas Mirabent. ¡Que tiempos y que recuerdos y que manera tan estupenda de vivir la vida entonces!.

Que casualidad estar recordando a la Venus de Milo y la Biblioteca de mi madre, de cuando estaban en Isla Cristina y la llegada de este whatsApp de mi amiga.

A ella como a mi le gustan los recuerdos.











1 comentario:

JARA dijo...

Siempre entrañable, sencillo y a la vez sabio...Esa sabiduría de saber apreciar lo pequeño, lo cotidiano, los recuerdos del pasado y el no renunciar nunca al recuerdo de las personas queridas que ya no están...Me alegra que tengas tiempo también en verano para escribir, y que nos sigas regalando estos trocitos de tu vida, que en más de una ocasión de parecen tanto a la mía...