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lunes, 2 de enero de 2017

La Hamaca vacia











    Lo cuenta en un artículo suyo,  publicado el día 13 de agosto de 2016, Manuel Fraijó, Catedrático emérito de la Facultad de Filosofía de la UNED. Al parecer asistía a una conferencia que daba un conocido teólogo protestante sobre la muerte. Al término de la misma, y en el coloquio que siguió se atrevió a preguntar por lo que solemos llamar "el más allá". Al parecer, y después de algunas evasivas por parte del teólogo conferenciante, y ante la insistencia del autor del artículo referenciado , el teólogo, con sorpresa para todos empezó a hablar de su hijo, recientemente fallecido.

.- ""Era muy joven, dijo, con una enfermedad incurable, larga y dolorosa. Por las tardes salía al jardín y se sentaba en una hamaca. Después llegaban su novia y algunos amigos y, sin prisas, hablábamos de todo. Cuando ya todo terminó, -continuó con cierta emoción,- su novia siguió viniendo a verme, más tarde se casó, con un ayudante mío de Cátedra, y tuvieron dos hijos; mis nietos, que siguen viniendo al jardín; la hamaca también sigue allí. Y después mirándolo fijamente termino: todo ello, su novia, los hijos de su novia, el jardín, la hamaca ya vacía y un montón de recuerdos es lo que queda de mi hijo. A esas realidades se reduce mi nueva vida." Hubo un gran silencio, y el autor de citado artículo, no volvió a hablarle del tema.

Los recuerdos y la hamaca vacía. Se conformaba con los recuerdos. Por mi parte siempre he comentado, y ya es creencia para mí, que nadie se muere mientras haya alguien que lo recuerde.

He terminado recientemente un dibujo a grafito, un retrato, de una autora norteamericana, cuyo nombre no recuerdo ahora mismo, que, además de por su físico, -me atrajo la enorme simpatía que irradiaba su imagen, sus ojos, su sonrisa, su tremenda empatía y sobre todo su bondad- que me interesó para ser dibujado, también por una frase que dijo en una entrevista que le hacían con motivo de la presentación de su último libro, que me hizo pensar: ""no quería morirse sin sus   recuerdos."

Es conocido que en las tradicionales religiones africanas, mientras el difunto sea recordado por los miembros de la comunidad, aún no ha muerto del todo; pertenece a los "muertos vivientes". Solo cuando al cabo de generaciones es olvidado su nombre, deja de ser miembro de la familia y marcha a su casa definitiva.

Ante el número de hamacas vacías que vamos acumulando, se hace necesario preguntarse si hay que conformarse con los recuerdos, como el teólogo protestante. Y yo creo que si. Es una forma de seguir viviendo, de seguir "estando". Recordar es volver a vivir, a revivir. Creo que he convertido ya en una coletilla, cuando digo que nadie muere realmente mientras haya alguien que le recuerde, como decía antes- Y los recuerdos de esas hamacas vacías, hacen la magia de que todos existen en el mismo tiempo, aunque haya hamacas vacías desde una niñez, o haya sido desocupada en tiempo muy reciente. El recuerdo  las une y hace que se vuelvan intemporales.

Sin embargo, al menos en nuestra cultura occidental, de alguna manera no se ha querido aceptar la muerte como único final; la nada como destino de nuestro andar por este mundo. Se quiere seguir viviendo, por lo que se dio como aserto, la inmortalidad del alma. Y como no, la resurrección, en nuestra cultura religiosa. Pero resulta que esta necesidad de "seguir viviendo" después de la muerte, como dice el historiador de las religiones James, "hasta el mísero hombre del Neanderthal ya contaba con una vida más allá de la tumba." También Heraclito dijo cosas sobre esto: "A los hombres, tras la muerte, les aguardan cosas que ni esperan ni imaginan." Platón daba por seguro que "no todo lo nuestro perece: perdura el alma inmortal." Parece que la esperanza de un futuro después de la muerte ha prosperado y acompañado de siempre a los seres humanos. También es verdad, que, en general, el paso del hombre por la tierra, en gran medida, nunca fue muy agradable, por lo que quizás este justificado que intentara soñar con espacios más alegres, más justos. ""Y es que, sigue diciendo el autor del artículo, los defensores de la esperanza comprendieron siempre que no hay mejora en este mundo que alcance a hacer justicia a los muertos; las mejoras nunca las disfrutarán los que ya se fueron."" Puede que el deseo de un más allá más justo, esté más que justificado, aunque en verdad sea un anhelo de difícil cumplimiento.

Y puede que sean precisamente las religiones, sobretodo monoteístas, las que son mas reacias a aceptar el relato del teólogo protestante, de la "hamaca vacía". Siempre ofrecieron, por sus hijos, por sus mayores y por sus antepasados, una vida más acogedora después de la muerte. Aunque ya se sabe que  "las religiones no informan de lo que saben, sino de lo que creen. (Manuel Fraijó). De ahí la frase de un gran creyente como el Cardenal Newmann, que dijo ""Que mis creencias soporten mis dudas"" y que se puede hacer extensivo a esa inmensa cantidad de los llamados creyentes.

En todo caso, "el más allá", no es una afirmación científicamente demostrable, pero ya se sabe que las religiones consideran que algo puede tener su significado sin ser necesariamente verificable.

P.D.: El dibujo que encabeza el articulo corresponde a la autora a la que he hecho referencia.




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