Lo cuenta en un artículo suyo, publicado el día 13 de agosto de 2016, Manuel
Fraijó, Catedrático emérito de la Facultad de Filosofía de la UNED. Al parecer
asistía a una conferencia que daba un conocido teólogo protestante sobre la
muerte. Al término de la misma, y en el coloquio que siguió se atrevió a
preguntar por lo que solemos llamar "el más allá". Al parecer, y
después de algunas evasivas por parte del teólogo conferenciante, y ante la
insistencia del autor del artículo referenciado , el teólogo, con sorpresa para
todos empezó a hablar de su hijo, recientemente fallecido.
.- ""Era muy joven, dijo, con una enfermedad
incurable, larga y dolorosa. Por las tardes salía al jardín y se sentaba en una
hamaca. Después llegaban su novia y algunos amigos y, sin prisas, hablábamos de
todo. Cuando ya todo terminó, -continuó con cierta emoción,- su novia siguió
viniendo a verme, más tarde se casó, con un ayudante mío de Cátedra, y tuvieron
dos hijos; mis nietos, que siguen viniendo al jardín; la hamaca también sigue
allí. Y después mirándolo fijamente termino: todo ello, su novia, los hijos de
su novia, el jardín, la hamaca ya vacía y un montón de recuerdos es lo que
queda de mi hijo. A esas realidades se reduce mi nueva vida." Hubo un gran
silencio, y el autor de citado artículo, no volvió a hablarle del tema.
Los recuerdos y la hamaca vacía. Se conformaba con los
recuerdos. Por mi parte siempre he comentado, y ya es creencia para mí, que
nadie se muere mientras haya alguien que lo recuerde.
He terminado recientemente un dibujo a grafito, un
retrato, de una autora norteamericana, cuyo nombre no recuerdo ahora mismo,
que, además de por su físico, -me atrajo la enorme simpatía que irradiaba su
imagen, sus ojos, su sonrisa, su tremenda empatía y sobre todo su bondad- que
me interesó para ser dibujado, también por una frase que dijo en una entrevista
que le hacían con motivo de la presentación de su último libro, que me hizo
pensar: ""no quería morirse sin sus
recuerdos."
Es conocido que en las tradicionales religiones africanas,
mientras el difunto sea recordado por los miembros de la comunidad, aún no ha
muerto del todo; pertenece a los "muertos vivientes". Solo cuando al
cabo de generaciones es olvidado su nombre, deja de ser miembro de la familia y
marcha a su casa definitiva.
Ante el número de hamacas vacías que vamos acumulando,
se hace necesario preguntarse si hay que conformarse con los recuerdos, como el
teólogo protestante. Y yo creo que si. Es una forma de seguir viviendo, de
seguir "estando". Recordar es volver a vivir, a revivir. Creo que he
convertido ya en una coletilla, cuando digo que nadie muere realmente mientras
haya alguien que le recuerde, como decía antes- Y los recuerdos de esas hamacas
vacías, hacen la magia de que todos existen en el mismo tiempo, aunque haya
hamacas vacías desde una niñez, o haya sido desocupada en tiempo muy reciente.
El recuerdo las une y hace que se
vuelvan intemporales.
Sin embargo, al menos en nuestra cultura occidental,
de alguna manera no se ha querido aceptar la muerte como único final; la nada
como destino de nuestro andar por este mundo. Se quiere seguir viviendo, por lo
que se dio como aserto, la inmortalidad del alma. Y como no, la resurrección,
en nuestra cultura religiosa. Pero resulta que esta necesidad de "seguir
viviendo" después de la muerte, como dice el historiador de las religiones
James, "hasta el mísero hombre del
Neanderthal ya contaba con una vida más allá de la tumba." También
Heraclito dijo cosas sobre esto: "A
los hombres, tras la muerte, les aguardan cosas que ni esperan ni
imaginan." Platón daba por seguro que "no todo lo nuestro perece: perdura el alma inmortal."
Parece que la esperanza de un futuro después de la muerte ha prosperado y
acompañado de siempre a los seres humanos. También es verdad, que, en general,
el paso del hombre por la tierra, en gran medida, nunca fue muy agradable, por
lo que quizás este justificado que intentara soñar con espacios más alegres,
más justos. ""Y es que, sigue diciendo el autor del artículo, los
defensores de la esperanza comprendieron siempre que no hay mejora en este
mundo que alcance a hacer justicia a los muertos; las mejoras nunca las
disfrutarán los que ya se fueron."" Puede que el
deseo de un más allá más justo, esté más que justificado, aunque en verdad sea
un anhelo de difícil cumplimiento.
Y puede que sean precisamente las religiones,
sobretodo monoteístas, las que son mas reacias a aceptar el relato del teólogo
protestante, de la "hamaca vacía". Siempre ofrecieron, por sus hijos,
por sus mayores y por sus antepasados, una vida más acogedora después de la
muerte. Aunque ya se sabe que "las religiones no informan de lo que saben, sino de lo
que creen. (Manuel Fraijó). De ahí la frase de un gran creyente como
el Cardenal Newmann, que dijo ""Que mis creencias
soporten mis dudas"" y que se puede hacer extensivo a esa
inmensa cantidad de los llamados creyentes.
En todo caso, "el más allá", no es una
afirmación científicamente demostrable, pero ya se sabe que las religiones
consideran que algo puede tener su significado sin ser necesariamente
verificable.
P.D.: El dibujo que encabeza el articulo corresponde a la autora a la que he hecho referencia.
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