…y ya estoy en los 80
Hace unos días, a propósito de que un familiar, no muy cercano, me preguntase cómo estaba, la contestación que le di ya me hizo pensar en recoger en un escrito, este sintetizado “tiempo vivido”.
Si hay algo que destacar en este momento de los años cumplidos, es el hecho cierto, para mi, de que mi cabeza, mi cerebro está en mejores condiciones que lo ha estado hasta ahora. Bien es verdad, así lo pienso, que cualquier momento de la vida de un ser humano es siempre el resultado de lo que ha ido acumulando hasta entonces, y no me refiero precisamente a lo material y económico.
Un balance corto y rápido me dice que el resultado es positivo. Mantengo mi curiosidad de siempre, continuo con el asombro que siempre me acompañó, tengo proyectos, como también los he tenido, me apasiona lo que hago, el trabajo y no me siento más satisfecho que cuando estoy aprendiendo algo nuevo. La vida, en general, me parece maravillosa.
He llegado a esta edad con unos hijos sin problemas, si acaso los que casi siempre acompañan en los comienzos de vida en común con resultado de hijos a los que cuidar, educar y ponerlos en condiciones de que puedan ser autónomos. También la vida me dio nietos, que despertaron en mi un sentimiento que, confieso, no era de los que hasta entonces había tenido. Y me dió amigos.
Y estoy en la edad de que ya se decir si cuando así lo creo y no cuando también. Estoy en la edad en la que se separar el trigo de la paja. En la edad de creer en lo que yo quiera creer, sin sentimientos encontrados ni de culpa alguna, con el espíritu calmo a pesar de ello. Estoy en la edad que no me importa en absoluto hablar de mis sentimientos. Estoy en la edad en la que no me importa nada que unas lagrimas asomen a mis ojos por la emoción, de una música, una puesta de Sol o del afecto de un amigo.
Soy consciente, y además es más que evidente, que el tiempo vivido es muchísimo mayor que el que me queda por vivir, y es verdad que la vida por delante que me queda es lo que verdaderamente me importa, porque a pesar de todo ello, no renuncio a nada. A pesar de ser iguales, de contar con las mismas horas, los días en este resto de vida transcurren a una velocidad que puedo asegurar es distinta a la de entonces, quizás por ello también queramos vivirla más intensamente…pero selectivamente también . Lo digo a menudo, y soy muy consciente de que ya empiezo a repetirme, que “a estas alturas de mi vida, quiero hacer lo que realmente quiera hacer, decir lo que realmente pienso, mostrar mis sentimientos sin filtros ni frenos de ningún tipo, trabajar todos los días en aquello que realmente me interese, no perder en ningún momento el horizonte de la amistad, cuidar mi egoísmo, que para eso me lo he ganado a pulso…y darme, si es posible, cualquier capricho que se me antoje”, en definitiva, como dice el filósofo Pascal Bruckner, “quiero seguir exprimiendo mi vida, renunciar a la renuncia, aspirar a todo”. Quiero seguir leyendo, aunque luego se me olvide casi todo, quiero seguir asombrándome cada día de sus acontecimientos, de sus amaneceres y de sus primaveras. Quiero seguir con mis pasiones en todo aquello que siento y que pueda hacer. Ya se de mis limitaciones, y las he aceptado, se de mis imposibles, pero no quiero renunciar a mis asombros ni a la curiosidad que me provoca esta maravillosa vida, en este maravilloso mundo. Leía hace muy poco que “gozar de la vida es merecerla”. El placer que ello produce es evidentemente mío. Y a eso precisamente, quiero dedicar mi resto. Y no renuncio a lo vivido, ni a mis sueños.
Un amigo, mayor que yo, perteneciente a una tertulia que “dimos luz” otro amigo y yo, al acompañarle a tomar un taxi, ya andaba con dificultad, sin motivo alguno me dijo en el trayecto: “Juan Adolfo, los hijos tienen sus familias, sus responsabilidades, sus quehaceres…y los nietos pues sujetos a una carrera de estudios y amigos y demás…lo que de verdad queda es la amistad”. En ese a no renunciar a mis sentimientos, destaco muy especialmente al sentimiento de la amistad. Un sentimiento que perdura a través de los años y que en estos que ya tengo es un grandísimo soporte y apoyo. Con los años la amistad aparece más fuerte. No renuncio a la amistad.
He leído mucho y he olvidado mucho. He leído de todo porque todo me ha interesado, desde la narrativa normal al ensayo, de la historia en general a la filosofía, de las cosas del arte, de la música…mi curiosidad me inducía a ello. Es más probablemente haya desarrollado un “amor” especial a los libros; me gusta verlos, sentirlos, tocarlos, me siento acompañado cuando los tengo cerca…y tampoco renuncio a seguir leyendo, a seguir gozando de sus contenidos.
He pintado mucho, desde muy temprana edad, probablemente sin mucha constancia, quizás también porque esos quehaceres de esos hijos que citaba mi amigo mayor, me impedían mayor o más profunda dedicación. Pero mi gran pasión es el dibujo y si, he dibujado muchísimo, a grafito, a plumilla…lo sigo haciendo quizás con mayor pasión que el entonces y entrando en técnicas nuevas que me asombran y me llenan de satisfacción. Tampoco voy a renunciar a mis gran pasión por el arte.
Y, como oí a una señora muy mayor, a la que dibuje a grafito, quisiera morir con mis recuerdos y, añado yo “con las botas puestas”; como le decía a uno de esos amigos, “yo no trabajo, disfruto con lo que hago”. Cuando eran pequeños mis hijos, alguna que otra vez les pregunté que “donde estaba su tiempo”, me miraban sin entender y yo les decía “mirad donde esta el mío”. Siempre he considerado el valor del tiempo; ahora muchísimo.
Y estaré por aquí hasta que se cumpla mi tiempo, como a todos, con el deseo de seguir amando lo que me rodea y seguir sintiéndose querido, que puede ser una de los sentimientos más hermosos que puede tener el ser humano,
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