Voy a pedir a los Reyes Magos verlos de nuevo.
Yo vi a los Reyes Magos…un año…cuando tenia muy pocos, y nadie me va a convencer de lo contrario cuando ahora tengo…muchos,
Ocurrió en un pueblo donde pasé mi niñez y gran parte de mi adolescencia, y del que, al parecer, me han quedado multitud de impresiones y recuerdos, como no los he vuelto a tener en los demás sitios donde he vivido.
Vivíamos en una casa de techos altos, al menos eso me parecía entonces y de puertas acordes a esa altura. Tenia dos entradas una, la principal con una primera gran puerta de madera y otra, pasado el zaguán, que daba paso a la puerta de entrada a la casa, la cancela acristalada con cristales de colores, que daba a la calle peatonal del pueblo, y otra puerta, la puerta “falsa” que daba a una calle posterior.
En una habitación, que entonces, también, me parecía enorme, y que precisamente, daba a la calle posterior, dormíamos dos de mis hermanos y yo. Recuerdo que mi cama estaba junto a la única ventana que teníamos, por cierto de grandes dimensiones, y enrejada por fuera. Por dentro disponía de unas puertas que llegaban hasta el suelo y que mi madre solía dejar entornada, con la idea, supongo, de que entrara algo de luz.
La Navidad la pasábamos en familia, en verdadera y única familia al ser la nuestra la única de las dos familias que vivíamos en el pueblo y ni ellos venían ni nosotros íbamos; contábamos eso si con unos parientes de la familia de mi padre , el farmacéutico, uno de ellos y el ”tío Bruno” y sus dos humanas, ya mayores. que vivían precisamente en nuestra misma calle; la calle del Carmen. De alguna manera, por ello, era una Navidad un poco especial. Tengo unos recuerdos muy especiales de esa habitación; de madrugaba, no era yo de sueño muy profundo, escuchaba, y sigo escuchándolo, el monótono,, constante, reiterativo muy suave de las olas del mar en la arena de la playa.
Recuerdo el sonido y el trajín de los “campanilleros “ tocando en el “zaguán”de la casa y cómo salíamos a darle un aguinaldo que antes nos había dado nuestra madre, pero lo que realmente me interesa contar está relacionado con los Reyes Magos:
Mi madre gozaba de una gran capacidad para transmitir fantasías, digna de ser envidiada; yo lo he pretendido con mis hijos. Con esa cualidad suya nos preparaba para la noche de Reyes; nos quedábamos paralizados, con ojos como platos, escuchándola, y nos íbamos a la cama plenos a rebosar con la idea de la llegada de los Reyes Magos y metido, “arrebujado”, con la ropa de la cama, al menos yo, tratábamos de coger el sueño cuanto antes, cosa que no conseguíamos bien por la emoción, por nerviosismo o, lo más probable, por los relatos llenos de fantasía de mi madre.
Mi madre nos dejó acostados, apagó la luz, nos deseó buenas noches y dejó entornada esas puertas de madera enormes de la ventana enrejada por la que entraba, tenue, la luz de la luna, de la luna de esa noche de Reyes. Y ocurrió. No se si me quedé dormido pronto o quizás no llegue a dormirme del todo, pero si se que me atreví a abrir los ojos, por entre la ropa que me abrigaba, y entonces vi …a los Reyes Magos, a los tres. Si, vi sus siluetas, sus figuras en la penumbra que producía la luz de la luna de aquella noche de Reyes que entraba por los cristales de la ventana. Quede paralizado, no me atrevía a decir nada, ni a respirar y…emocionado, cerré los ojos.
Ese año yo vi a los Reyes Magos y nadie me va a convencer de lo contrario.
Febrero 2024 en Sevilla.
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