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lunes, 30 de septiembre de 2013






                                                              Rocío

 
 
Aparecía sin hacer ruido alguno entrando por la puerta de atrás, por la puerta falsa, como se decía entonces, del chalet de la hermana de mi mujer, en la hora de la siesta del verano. Yo la estaba esperando. No tendría mas de 13 o 14 años. Llegaba al salón-comedor arrastrando un poco una pierna y encogida la mano y parte del brazo correspondiente: la polio. Sin decir nada se sentaba a mi lado.
 
.- Hola Rocío.
.- Hola.

 La recuerdo frágil, tímida, retraída, casi como asustada. Me contaba cosas. Poco a poco, tarde a tarde me fue contando cosas, de ella, de su entorno y también hablábamos de su problema de lo que una tremenda enfermedad le había hecho. Y se le notaba como le afectaba como la había afectado. Pasados unos días le propuse hacer unos ejercicios, le propuse intentar que tuviese mas movilidad en sus zonas afectadas. No se como se me ocurrió hacerle aquella propuesta,, seguramente seria que, como siempre, estaría leyendo algún libro sobre nuestro cerebro y el tremendo poder de la mente. Rocío hablaba casi siempre con silencios, así que ante uno mas de ellos entendí que aceptaba lo que quería proponerle. Yo le decía que tenia que debía intentar sentir su mano en su mente. Le decía que cerrara los ojos y que no pensara nada mas que en su mano. "¿Sientes tu mano Rocío?" Un poco, me decía muy quedo. Y lo hacia. Lo hacia con una fe tremenda y con una voluntad y un deseo admirables. Yo también creía en lo que le decía. Y sin decir nada, pasado un tiempo, se levantaba y se iba por donde había venido; por la puerta falsa y como había llegado sin ruido, solo un pequeño roce en el suelo de su pierna enferma. Yo entonces daba una cabezadita.

Acudió a la cita todos los días que estuvimos en aquella casa.

 No recuerdo como surgió esta relación ni porque, solo tengo en mi recuerdo la llegada de esta chiquilla y nuestro rato de comunicación y ejercicios. Si se que era hija de unos amigos, sobre todo de su madre, de mis cuñados.

 Acabo el verano y mis días en aquella casa terminaron y no se si Rocío, en sus visitas de tarde, se encontró con que yo ya no estaba. No volví a verla mas porque tampoco volvimos a pasar unos días de verano en aquella casa. Y casi no volví a acordarme de ella, si acaso solo cuando en algún momento y por algún motivo lo contaba. Aun así el recuerdo se fue difuminando con los años.

Paso el tiempo y tuve otros dos hijos mas del que tenia cuando venia a visitarme y seguíamos visitando de vez en cuando a la familia, a los abuelos. En una de esas visitas, en la misma calle donde vivían uno de ellos, en un rato de paseo o de volver a casa, en un momento dado, de pronto, siento que casi se me echa encima una chica muy morena, alta delgada, muy sonriente que me da dos besos con mas alegría todavía. Al ver mi cara me dijo: soy Rocío... y fue al ver su mano caída cuando supe de que Rocío se trataba. Me había reconocido.

Paso mas tiempo y como suele ser a una velocidad tremenda.

Un día, de los que dedicamos al veraneo, que no al descanso, inesperadamente, me llama al móvil una amiga, mas de mi mujer que mía,  ya que no recordaba haber hablando  mas de dos veces con ella, saludándome como si nos viéramos diariamente y como si disfrutáramos de una gran amistad. Me recordaba de los años del Centro, así llamábamos a una casa donde nos reuníamos una serie de amigos con inquietudes casi comunes, que exponíamos bien escribiendo o en reuniones de tertulias. Yo no la recordaba a ella y tampoco recordaba haberle facilitado mi numero de móvil. Quería que nos viéramos. Había alquilado una casa en esta zona de playa. Y nos vimos. La verdad que parecía tener mas detalles y opinión de mi que yo de ella. Quería conocer el parecer mío sobre unos escritos poéticos escritos por su hermano, residente entonces en Ecuador. Pero lo realmente importante de esta cita inesperada fue cuando me dijo:

 .- Rocío me ha preguntado por ti.
.- ¿Rocío? ¿Que Rocío?
.- Rocío, la hija de mi prima.

Seguía sin saber quien era Rocío y menos su madre.

Al darme detalles supe de que Rocío se trataba.

Volvía a sorprenderme que una niña de 13 o 14 años, al cabo de... otros muchos, siguiera acordándose de alguien que en un verano de su vida, por un rato robado a la siesta y por unos días, la escucho.

Volví a ver a esta amiga un par de años mas tarde, en uno de esos encuentros que alguno antiguo amigo nostálgico se encarga de celebrar de vez en cuando y que no les encuentro mucho sentido, sobretodo cuando hemos cambiado tanto, con concepto de vida distintos y, sobre todo, habiendo tomado caminos ideológicos muy diferentes.

.- Rocío me ha preguntado por ti.

De pronto sentí el deseo de saber de ella, que había pasado con aquella niña.

 .- ¿Tienes su correo electrónico?
 .- No quiere saber nada con ordenadores ni con internet.

 .-  Tendrás su teléfono.
.-  Si.
.-  Déjamelo que la voy a llamar.

Ese mismo día la llame. Cuando me reconoció, me ubico, fue tal la alegría con que me recibía que no soy capaz de describirla.

.- ¿Dónde estas? me pregunto.
.- Estoy en Punta.

Punta Umbría es un pueblo pesquero, de veraneo, solo a 20 km. donde reside habitualmente Rocío.

.- ¿En Punta? Tenemos que vernos, quisiera verte. Tu tienes coche?. Que alegría...
. - Si, claro que si. Por supuesto que me alegrara verte.
.-  Por la mañana me viene mejor y me avisas antes. ¡Que alegría oírte!

 Pero no pudo ser. Circunstancias personales me impidieron concretar día para quedar y después he intentado ponerme en contacto con ella pero no ha sido posible. Espero que algún día pueda volver a recordar, ya con ella delante, aquellas horas de un verano cualquiera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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