Reflexiones de madrugada, un par de días
antes del último del año.
Si alguien quisiera
hacer balance de lo vivido hasta este momento ¿que
se diría? ¿a que le daría mayor importancia? ¿que recordaría con mas fuerza? ¿los malos momentos vividos o los buenos? ¿seria objetivo? ¿recordaría todo como ocurrió o lo pasado se modificaría para su propio interés? ¿recordaría todo ordenadamente o saldría en función de la fuerza con que ocurrió, como se grabó en su cerebro? ¿Y los sueños? ¿qué paso con sus sueños? Porque seguro que los tendría. ¿qué saldo nos daría el balance de los sueños deseados de los no conseguidos?
Sobre todo en la edad adulta, la vida pasa a gran velocidad
y lo peor es que transcurre sin apenas percibirnos de ello. A cierta altura de
la vida, vemos el tiempo pasado como algo que tuvo que ocurrir, como algo que
era así, que estaba dispuesto así. Al preguntarle un amigo, a una amiga suya de toda la
vida, que porque no se habían casado, en lugar de haberlo
hecho, cada uno, con otras personas, su amiga le contesto: el destino. Tanto
por la pregunta de mi amigo como por la respuesta de su amiga se deduce que había mas que una amistad Entonces ¿qué paso? ¿Manda, decide, "el destino"? ¿Estará, de verdad, todo escrito?
Me imagino el camino de la vida como una cinta mecánica transportadora que sin saber cuando te encuentras en
ella con gentes, familia, hijos, decisiones, problemas... en una vorágine de cosas que de
alguna manera te lleva sin darte opción a pararla y preguntarle
adonde. Y sin apenas percibirlo, creyendo que lo que haces es lo que debes,
entras en una rutina, en una terrible rutina, de trabajo, obligaciones,
hipotecas, hijos... pasando los días, meses, años, a una velocidad endiablada hasta que en un momento dado
la vida misma te da un paron, un tremendo paron, hijos que han dejado el nido,
vida laboral acabada, para el que, si no estás
preparado, si no has tenido la previsión de prepararte... puedes llegar a preguntarte ¿pero
en algún momento he vivido? Hay una
sensación como de aturdimiento, como
de no saber exactamente que ha ocurrido. No ha habido parones intermedios,
paradas, con las que nos preguntásemos quienes somos en ese
momento, adonde vamos y porque, si lo estamos haciendo debidamente, si nos
hemos convertido en verdaderos insectos, capaces de hacer una cosa
perfectamente bien y no tener idea del resto. tiempo para saborear etapas de la
propia vida y cuando te das cuenta tienes la sensación de un atracón, como de una gran comilona
que esta tardando en digerir.
Como suele decir una amiga mía,
los arboles no dejan ver el bosque. Me recuerda, y lo comparo con un viaje en
coche por una autopista: no ves nada, solo carretera, no has disfrutado del
paisaje, solo pendiente de la llegada al destino, quemando etapas y si acaso
tomando un café en cualquiera de las áreas de servicio.
¿Y los sueños? Creo que en muchos casos los sueños van quedando atrás, devorados por el día a día y poco a poco desapareciendo. Poco a poco también nos vamos
convenciendo de que otras prioridades, que ni siquiera escogemos, son, no las correctas, sino las que la vida
te va imponiendo. Pero no te das cuenta de ello. Y los sueños quedan después para contarlos a los hijos o
a los nietos, si te escuchan claro, que eso es otro tema. Por eso, al menos a mí, me produce satisfacción
escuchar a alguien decir que por fin ha conseguido su sueño, aunque por la edad haya dudas de que pueda disfrutarlo.
Hace años, bastantes, escribí una poesía que quizás venga al caso:
ENTRAR EN LA INTRASCENDENCIA
Con cuanta pesada carga me recuerdo:
vida densa llena de ideas
trascendentes,
de intransigencias,
como un corsé.
Decálogos espirituales y
decálogos particulares,
sentencias.
Vida estrecha en el camino,
sol único,
verdad absoluta.
Con cuanta pesada carga me recuerdo...
pero entro en lo intrascendente,
en la holgura del alma,
en el camino liviano,
en el sol de todos,
que también
habrá verdad por ello,
y aunque no haya verdad,
y aun cuando la verdad sea sólo
un fantasma creado.
Dentro de un par de noches tendremos un nuevo comienzo de año y con él, de nuevo, los deseos, los
sueños.
NOTA: El Dr. Fuster, eminente
cardiólogo, está
escribiendo últimamente
libros con reflexiones sobre la vida. Uno de ellos lo escribió
conjuntamente con Jose Luis Sampedro y creo que el ultimo habla precisamente de
que al hombre actual le falta reflexión.
2 comentarios:
Querido amigo.¡que bonito escribes y cuanta verdad hay en tus reflexione.El balance de los sueños deseados de los no conseguidos. ¿que podría yo contestarte a esto?. Mi balance se inclinaria en lo segundo.Por eso no creo que merezca la pena contarle a mis nietos cuantos he tenido y que pocos se me han cumplido Pero me quedo con el deseo aunque tampoco se cumple siempre. El destino, si creo en ello, donde todo está escrito, aunque lo leemos tarde.Nos queda la esperanza, la fe que mueve montañas.Nunca debemos dejar de tener fe, fe para transformar esa vida anodina que nos ha tocado vivir, en otra llena de ilusiones.Entonces, solo entonces, podemos volver a soñar
Querido Anónimo: Que menos que agradecerte, no solo tus alabanzas, sino el hecho de que estés por aquí. Respecto a los sueños, quizás estos se van adaptando a tus propias circunstancias y, poco a poco, como sin querer, los vas transformándolos o reduciendolos, la "propia cinta transportadora" en que vamos metidos se encarga de ello. En cuando al destino... no se, no lo tengo claro. No podremos tener nunca las posibles opciones que puedes escoger a lo largo de tu vida, a la vista por lo que no sabemos si la escogida fue la verdadera. Un abrazo amigo.
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