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jueves, 11 de diciembre de 2014

Paseando por Sevilla y las notas de un saxo.




















     Me gusta pasear Sevilla. La paseo, la disfruto, la fotografío buscando sus rincones, sus curiosos personajes, sus puertas señoriales, que después dibujo...  Es una ciudad que se presta a ello y no solo por su superficie plana sino por su luz,  su urbanismo... por ciudad dividida  por un río y unida por sus puentes, por la belleza de sus monumentos... la paseo mucho y me agrada hacerlo.

Y es curioso, porque según la época del año, los paseos, el recorrido de los paseos, son distintos. Sevilla en otoño, por ejemplo, es una delicia, por su temperatura, por su colorido, por sus atardeceres... su río, en otoño es distinto, sus aguas reflejan de otra manera... quizás recogiendo esos atardeceres apastelados... es un otoño alegre a pesar de lo que esa estación del año significa... Es evidente que cuando las temperaturas suben pasear por Sevilla debe reducirse a horas concretas de la mañana y ya cuando el sol comienza a desaparecer.

Un recorrido que cada vez me gusta mas, y mas aun después de haberlo convertido en zona peatonal, es el  que va desde la Puerta Jerez a la Campana, pasando por lo que generalmente llamamos la Avenida, la Plaza Nueva, la calle Sierpes... Es un recorrido rectilíneo, de zona turística y con  la presencia  de monumentos significativos de la ciudad, pero sobre todo y es en gran parte lo que me atrae, por el elemento humano que la recorre, la disfruta. En ella puede verse desde el ejecutivo caracterizado por la vestimenta y complementos que lo identifican, hasta el turista desinhibido, sin respeto humano alguno, sin complejos y al que puedes ver con la ropa mas variopinta y en las posiciones mas curiosas. Vendedores de lo que sea, desde los cupones a flores, desde bolsos a cinturones captadores, como yo les denomino, de clientes donantes de ayuda a ONG conocidas y menos conocidas, mimos, que no se porque han proliferado tanto últimamente, mimos que lleguen a lo inverosímil, desde uno convertido casi en una flor, a otro en un murciélago enorme, o el tenista parado en el momento de tocar la pelota la señora tocando el acordeón con su perrito incorporado y música, que lo de música, música vaya usted a saber, solistas con instrumentos muy originales pero que emiten un sonido muy agradable y personal, de la guitarra triste, melancólica, a los pies de los muros de la Catedral, el que solo canta rancheras, o los sones de un  acordeón o un violín, o formando algún dúo o trío, con una música maravillosa

Los veladores, el tránsito de personas, las gitanas ofreciéndote  la ramita de  romero, la que vende los pañolitos de papel, el mimo que ocupa como dos o tres veladores juntos, la zona señalizada para ciclistas, el limite de seguridad para con el tranvía, ... todo hace que la avenida se convierta a veces en una especie de mini caos... agradable y a quien le guste observar el comportamiento, la conducta humana,  un disfrute.

Con las vendedoras de ramitas de Romero, que no venden, te la regalan con una mano mientras te están pidiendo con la otra... casi hemos llegado a una cierta relación. En una ocasión, en época de  frío de Sevilla, es decir de temperatura no muy baja pero si muy húmeda, y, en mi caso, con un chaquetón de abrigo, la bufanda, el pelo largo que se presta por el frío, la barba, algo cubriendo la cabeza y la maquina de fotos que casi siempre procuro que me acompañe... pues acuden, mas bien me asaltan, ofreciendome en un chapurreado ingles, la ramita de romero. Yo me defiendo:

.- ¡Que soy indígena y vivo en Triana!

.- Anda ya "mi arma", que no tenemos na pa come hoy.

.- Anda, me dice la menos mayor, déjame que te lea la mano.

.- Vale, le digo muy serio, pero déjame que te la lea yo a ti antes.

Para que lo dije, al momento tenía a todo el personal rodeandome.

.- Que dise que sabe leerte las manos, les decía a las demás.

Y no tuve mas remedio que "leerle" la mano.

... pues que como no tengas cuidado te puede venir otro churumbel, y que tu "mario" que como no lleves parne no se acuesta contigo esta noche.

.- Anda ya... ¿eso pone en mi mano?

.- No, pone mas, pero si me das el romerito gratis hoy y mañana,  te lo cuento.

La cosa  acabo con un romerito metido entre mi bufanda y la propina que les di, pero... fue un rato divertido, que se repitió hace unos días cuando me encontré a una amiga que estaba buscando imágenes de belen pero en escayola para ella acabarlas tratándolas. Y en eso estaba cuando las vi que se acercaban, como no, no se si las mismas, aunque a mi me lo parecieron. Y quise volver un poco a los que había sucedido hacia un tiempo. En un momento cogí la mano de mi amiga, justo cuando llegaban ellas, haciendo como que le estaba leyendo...

Bueno, después vinieron los comentarios, la chispa de estas mujeres, el "mi arma dame argo pa come"... la verdad es que acabamos riéndonos y esta vez sin romerito pero con otra propina.

Una de las ultimas veces que la he visitado hacia un día espléndido, como casi siempre suele presentarse los días del otoño en esta ciudad. Había pasado la Puerta Jerez, habia sufrido la insufrible insistencia del pedigüeño cantarín, como ya le defino, que siempre dice que tiene hambre y ya quisiera yo comer lo que debe comer para estar como esta, pero que lo dice cantando, aunque en verdad sin importarle mucho si le haces caso o no, al ucraniano del acordeón, que me tuvo preguntandole sobre el instrumento un buen rato hasta que me dijo que no me entendía, el hijo de su madre, a la ucraniana, con otro acordeón y además con su pequeño perro, bien abrigado, una especie de chaleco que le ha fabricado, las gitanas orondas, habladoras, cantarinas que dicen leerte lo que te va a ocurrir en tu vida... siempre que le compres un ramito de Romero,  y que tienen sitio fijo para ofrecerte su mercancía, romero o la buenaventura, en una de las esquinas de la Catedral, casi enfrente del edificio de Correos...  cuando de pronto me tope con los sonidos, la melodía de un instrumento que me encanta, las notas que salían de un saxo,   bajo, notas y melodía de boleros, acompañado de una guitarra. Me quede a escucharlo, tocaba bien, parecía sentir lo que tocaba y el instrumento que lo hacia. Al saxo le va bien el bolero, pero me gusta mas cuando se adentra en la música de jazz acompañado de un piano y un contrabajo... es una delicia. No se pero lo evoco con una voz ronca, rota, sonando lentamente, con nostalgia, casi con morriña... me gusta este instrumento como me gusta el bandoneón  que solo sabe sonar para el tango y acompañarse del contrabajo. Lo escuche, a los dos, y la voz preciosa de una mujer joven, una noche en el Alcazar bajo un manto de estrellas increíble, un silencio que te inundaba el alma... sonando a tango, a un hermoso, arrabalero y chulo tango...  Y otro instrumento que me llena es la guitarra portuguesa pero tocando para lo que parece fue creada: el fado. Pero el fado es otra cosa, no tiene nada que ver con el tango, pero no se porque los uno los dos, quizás porque son callejeros, puros, naturales... Al Fado lo escuche una noche en Lisboa, en Don Joao, un restaurante situado en un barrio de Lisboa. Mientras cenábamos y la iluminación del local iba perdiendo fuerza, el fado, a tres voces y una guitarra, tomaba posesión de todos nosotros... En un descanso acudí a preguntar al grupo que cantaba pero por la guitarra; su sonido y su presencia me cautivo desde entonces; es un instrumento de cuerdas, seis dobles cuerdas,  hermoso, fabricado con delicadeza. El  Fado también se canta en Coimbra pero no tiene nada que ver con el lisboeta, este es mas fado, mas sentimental, mas triste...


Mientras escribo estas líneas están sonando en mi cabeza las letras de un tango y el sonido triste de la guitarra con el fado, y es que, al menos para mi, son músicas del alma, de nostalgias, de lamentos, de amores frustrados o de pasion de amores... el tango me gustaba cantarlo y tocarlo a la guitarra, el fado lo escuche en mi casa, en mi casa de entonces, de alguien que lo llevaba en la sangre, por eso los tengo tan cerca...como suena el saxo en el jazz o con un bolero... o como seguí escuchando al saxo callejero en espera de una propina agradecida.

NOTA: La foto fue hecha en una noche de verano y desde la calle Betis.

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