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viernes, 12 de junio de 2015

El tiempo... que volvio.




      
    



    

      


     Yo viví durante algunos años en el pueblo y me sentía tan bien que, cuando llego la hora de irnos, mis padres se trasladaban a Huelva,  se me vino el mundo encima, tanto que mi madre decidió hablar con una amiga para que me acogiera durante unos días hasta que me fuera haciendo a la idea. Y así fue hasta que dejé el pueblo, al pueblo y a los amigos, y a mis calles de siempre y a la Academia de Don Gonzalo y a las niñas con las que ya no era tan fácil robarles un beso... y a aquellas tertulias de banco del paseo... y como no a las visitas a Don Dionisio en la Biblioteca del Ayuntamiento, y que además me dio latín en la Academia … pero sobre todo ya no tendría a Don Sebastián, con el que hablaba de Ciencia,  ni a Don Benito, practicante del pueblo, que me enseño a tocar los acordes menores de la guitarra. ni a Tabuenca, bailaor de flamenco... ni al filosofo-prestamista, como yo le llamaba, con sus revistas bajo el brazo... ni al cura del pueblo, Don Luis, que cuando llego al pueblo era un cura joven, alto, bien parecido, que montaba en bicicleta y que escandalizaba al personal porque se remangaba… la sotana y al que le asignaron, bueno no se si se dice así, la Iglesia del Carmen, aun por terminar, y que estaba ubicada,  situada, al final de una  avenida,  con suelo de albero, que podía verse desde la fachada del Ayuntamiento, y casi desde el comienzo del paseo, -- el único, el que tantas veces fue lugar de reuniones y encuentros,  encuentros furtivos,--- con el que tantas noches, con permiso de mi madre, discutíamos de lo divino y de lo humano, quizás en la misma proporción. Mas tarde supe que había dejado la sotana y mas tarde aun que había fallecido.

     No volví en muchos años, muchos, a pesar de vivir a no muchos kilómetros. Y lo peor que quedaron olvidados muchos recuerdos, quizás como defensa por el desgarro de la partida. Solo quedaron algunos y muy borrosos y el nombre de una amiga de la infancia. Nada mas.

     Y no se porque, un día volví.

    Yo viví una parte del tiempo que estuve en Isla, en la calle Carrera, justo al final, dando al puerto. Enfrente, en la otra esquina de la calle,  estaba la fabrica de Conservas Mirabent, donde pasaba muchas tardes jugando y corriendo. Recuerdo los artilugios que nos fabricaba, supongo que el guarda, con los restos de las hojalatas usadas para las latas de conserva. Recuerdo la fila de mujeres envasando las sardinas y sobre todo el olor al pescado cocido… fabrica reconvertida hoy día en un Centro de investigación sobre la Pesca; GARUM, me parece que tiene de nombre.

     Mi vida tan cerca del puerto, de la ría, de los barcos, de la vida tan ligada al mar, y a esa edad, me llevo a disfrutar precisamente de todo ello. Recuerdo la pesca de arbures, creo recordar que llamábamos así a un pescado basto, parecido, salvando las distancias, a la lubina, desde los apoyos del puente de hierro, con una simple caña, un cordel y algo parecido a un anzuelo, y que ahora he podido comprobar con dolor que ha desaparecido, convirtiéndose en una simple pasarela. Hoy estaría protegido.

     Mi segunda y ultima vivienda estuvo en la calle del Carmen, ya peatonal entonces, con el Bar Lulú, a cuyas ventanas nos subíamos a ver las partidas de domino, la Academia de Don Gonzalo, casi enfrente de mi casa, donde se nos preparaba para el Instituto en Huelva, la relojería de Juanito Orta, la casa de mi tío Bruno, que recuerdo siempre sentado a la puerta de ella, la farmacia de Garcia de Vinuesa y la de la esquina la de Rosselló Zarandieta, pariente, al parecer de mi padre… y después el paseo, el paseo que utilizábamos muchísimo, sobretodo al atardecer ya, lugar de encuentro, de charlas, de juegos adolescentes, de revuelos de niñas y de novias primerizas y con algún que otro achuchón que luego nos encargábamos de contar.

     A veces los recuerdos, la realidad y la imaginación nos hace crear tales imágenes que cuando, de nuevo, al cabo de años, nos la encontramos de nuevo, entonces, al menos en mi caso, tomas conciencia del tiempo pasado.

    La plaza del paseo se convirtió en una pequeña plaza y las reformas y los retoques sufridos le había restado todo el encanto que tenia en mis noches de tertulia. La zona larga, extensa, de tierra de albero, donde solíamos pasear el Sr. Cura y yo, se había convertido en una gran avenida con un gran recorrido de bulevares y edificaciones y locales a ambos lados... Todo estaba ya en mi imaginación como aquellos personajes a los que tanto debo; hasta el Sr. Cura dejo de serlo. Y las zonas de las batallas y las guerras y la caza del jilguero, del verderón, del chamari y hasta de alguna que otra gaviota,  se habían convertido en unas enormes vías de circulación y no menos grandes parques de recreo. Aquello no era el pueblo vivido, era el pueblo.

     La Cachonda, de color verde, que hacia el recorrido hasta la estación, el puente de madera al final de lo que hoy empieza como Gran Vía, donde cogíamos camarones y cangrejos de roca (¿se sigue llamando así?), la recoleta, salvaje, virgen playita que recuerdo como un paraíso, donde se resguardaban las barcazas de la pesca del atún en su época de descanso y donde íbamos a bañarnos todos los días a espaldas de nuestras madres… o, al menos, de la mía,  y muchos mas recuerdos que el reencuentro con el pueblo de mi niñez me están apareciendo junto a nombres de amigos y amigas que parecían haberse borrado.

     Y el teatro que hacíamos en el cine de Félix, y el disfrute de los días de la fiesta del Carmen, que con tanta ilusión arañábamos tiempo para quedarnos mas del que nos permitían… los renacuajos que cogíamos en las charcas, junto a la tapia del cementerio, la misteriosa Casita azul, que nuestra imaginación la hacia convertir casi en un cuento de hadas y ogros…Un recuerdo que nunca se me borro fue el sonido del mar, desde la habitación en mi casa de la calle del Carmen, con el que me dormía todas las noches, y el nombre de una amiguilla con la que compartí juegos y ratos de felicidad infantiles y que, las circunstancias han hecho que la haya reencontrado, ya con vidas hechas,… y tantos recuerdos que van apareciendo y que podría llenar muchos, muchos espacios como este…  con este tiempo que volvió.








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