Hace
años que sigo las “andanzas” literarias, y no solo a través de sus libros sino
también a través de sus artículos, muy divulgativos, en prensa, del Dr. Enrique
Rojas.
Y
en relación con todo ello estuvo por aquí,
por mi pueblo, en la presentación de su nuevo libro que, como casi
siempre no pude asistir, porque como casi siempre también, me entero de estos
eventos cuando ya han tenido lugar. Pero si pude leer la reseña, extensa, que
de ella, de la presentación, hizo la prensa. Como es norma del Dr. Rojas, psiquiatra,
trataba su nuevo libro de la necesidad y los requisitos, según el, necesarios
para llevar una vida “medio decente”, una guía, unas normas de vida en
definitiva. Daba varias, pero me quedé solo con dos: “el orden” y “las notas”;
al parecer, ser ordenado contribuye, ayuda, a llevar una vida, nuestra vida, el
día a día, más llevadero y, al menos en esto, en principio no le puse muchas
pegas y además soy de los que creen que, en general, la gente suele tener el
día, ese día a día a que se refiere el doctor, medianamente ordenado; tal como
está la vida, con prisas, con trabajo, con hijos, con amigos...si no lo tienes
medio previsto, con cierto orden, sería un verdadero desastre y, es evidente,
que nuestra sociedad, o la mía, con la que convivo, con esa sociedad cercana de amigos, de barrio, de
vidas corrientes y molientes, no está tan destrozada. Por ello quiero pensar, y
quizás tenga razones para ello, que más abajo detallare, que el Sr. Rojas se
este refiriendo a un orden más completo, a un orden “interior”. Tener orden no
solo en los quehaceres diarios, sino en nuestros pensamientos, en nuestras
ideas, en nuestras creencias...en el cumplimiento que conlleva todo ello. Y lo
de las notas... confieso que esto de las “notas” me desconcertó...en un
principio después me vinieron recuerdos y entendí el mensaje del Dr. Pero tengo
que “bucear” un poco dentro de mi para justificar el porque de ese
entendimiento.
Mi
interés, mi preocupación por la relación del hombre con Dios, mi interés por
las creencias, me llevo, a lo largo de mi vida a una búsqueda constante de una
explicación, de un porque, de una razón de esas creencias del hombre y, más
aún, de su fe. Y de ese Dios que aparece en todas las culturas, adorado a través
de múltiples imágenes, formas, presentaciones y creencias, del que no tenemos
más datos que los aportados por el mismo hombre: el Dios de las creencias no se
ha manifestado nunca, pero se cree en El, se tiene Fe en El, se ha matado por
El...se hacen santos por El. Un Dios, mientras no se demuestre lo contrario,
creado por el hombre (que ironía: el Dios que se dice creó al hombre fue creado
a su vez por ese mismo hombre), un Dios hecho a imagen y semejanza...del mismo
hombre. Un Dios plastilina que moldeamos en función de nuestras necesidades y
nuestros intereses. Un Dios mantenido a lo largo del tiempo por mitos que se
han ido transmitiendo oralmente, a través de generaciones. Generaciones sin más
conocimiento ni más apoyo que su mismo mito. Si no se ha manifestado nunca, no
puede saberse cual sería su imagen. Pero la tenemos, tenemos su imagen
multiplicada hasta el infinito, en multitud de iconografías. Y busqué llamando
a las puertas de aquellos que decían tener mucha relación con ese Dios, que
afirmaban conocerlo. Me encontré que detrás de todas esas puertas tampoco
estaba ese Dios de las creencias, de los mitos, de ese Dios traído a través de
los siglos, sin más pruebas que un montón de tradiciones orales, que en un
momento fueron recogidas en escritos que, luego se denominaron sagrados y que,
a su vez , dieron lugar a nuevas creencias. Y me encontré que en todas esas
puertas, lo que había era intervención humana, mucha intervención humana. Para
eso, pensé, me quedo con mi yo.
Y
una de esas puertas fue el Opus Dei. El recuerdo me lo trajo precisamente el
Dr. Rojas. Me aceptaron cuando pedí conocer a esa llamada “Obra de Dios”. Y
pronto empezaron las discrepancias y pronto pude comprobar que el hombre volvía
a estar por encima del Dios. La figura del “Padre” hombre, por ejemplo, parecía
tener más fuerza que el Dios Padre. No pude estar allí. Sus interpretaciones
subjetivas, sin posibilidad de ser rebatidas, la imposibilidad de hablar de las
normas me lo impedían y precisamente, dentro de esas “normas”, rituales,
costumbres, usos o como quiera llamarse, estaban precisamente esas dos que
recoge el dr. Enrique Rojas en su libro. “El plan de vida diario”...y las
notas. Y es que al poco de estar conviviendo con miembros de la Obra, pude
observar como todos, o casi, usaban una libreta, mejor agenda, con calendario,
datos y hojas en blanco, que se reponían, de piel que llamaban por su nombre:
una Luxinder. Yo entré en ello. Y por todo esto la he buscado y la he
encontrado. En ella se anotaba, las notas, lo que se decía, lo que se oía en
alguna charla; el plan de vida diario.
Salí
de la Obra, mi esfuerzo me costó, y dejé la Luxinder. Mi lectura sobre la
charla del Dr. Rojas y mi reencuentro
con la agenda, me ha hecho recordar un tiempo, uno de los tiempos que he
dedicado a esa búsqueda del porqué de las creencias que, en parte, he dejado
por la simple razón de que siempre me encuentro, me tropiezo, con el hombre. Y
“El Dios de cada uno”, un libro de neurología muy interesante, escrito por un
neurocientifico granadino, que enseña en
Oxford, me dio la señal, me abrió la mente. Lo he leído varías veces y lo he
aconsejado otras tantas.
Y
no se porque me viene la idea de que el Dr. Enrique Rojas y el Opus Dei no
deben estar muy lejos el uno el otro.
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