Hoy día, actualmente, en el siglo XXI, el tiempo de los correos electrónicos, de los tuiteros, de los guasas y demás de las llamadas redes sociales, que en verdad sí que lo son, porque bien que “”enredan””, sigo recibiendo por parte de una amiga, desde hace más de 45 años, una epístola, una carta por mi onomástica, y otra por Navidad. A destacar no sólo la fidelidad a la amistad sino a la carta como forma de comunicación. (Hace unos días me llamo por teléfono pidiéndome consejos para incorporarse a los “”guasas””, como manera, forma de estar más al tanto.) yo también he sido usuario del medio epistolar, me gustaba ese medio, lo sentía como una manera de “estar” más próximo con la persona a la que escribía.
Recuerdo haber empezado desde muy joven. En verdad era el único medio de comunicación “a distancia” entonces; el telefónico estaba aún en pañales. Y creo recordar que fue con una amiga de Madrid, que “encontré” en las páginas finales de las revistas de entonces, en el que se solicitaba tener correspondencia “con chicos y chicas de la misma edad solo como amistad”. Por supuesto que las cartas tardaban en recibirlas, pero era evidente la ilusión con que esperabas la llegada del cartero con un sobre a tu nombre. Era entonces el medio normal de comunicación entre personas. Pero no sólo de comunicación ya que había casos en que se mantenía una larga correspondencia y en la que se intercambiaba ideas, opiniones… Durante mucho tiempo, ya pasado en bastantes años, la adolescencia, mantuve una de esas correspondencia, de la que aún guardo escogidas, muchas de aquellas cartas.
Era, el momento, el tiempo de escribir un momento de unión con la otra persona, un momento de salir, brotar las ideas de lo que querías decir, de lo que querías contar o de lo que querías rebatir. Daba la impresión de que todo, pensamiento, mano, pluma y papel formaban un todo. El ir “viendo” escritas tus ideas facilitaba, incentivaba a que fueran surgiendo más.
Yo siempre escribí con pluma “”gorda de punta gruesa”” y me gustaba cambiar, jugar con el color de la tinta; azul, negra, morada…pero siempre con pluma. Hoy conservo una colección de ellas aunque en general siempre escribía, y sigo haciéndolo, con una en concreto. Y ya estaban en el mercado los conocidos “bolis”. Restaron algo de protagonismo a mis queridas plumas. Empezaba a priorizar el sentido práctico y la inmediatez; un boli lo usabas, lo gastabas y se tiraba. No requería el cuido, la limpieza y el tenerlo que rellenar de tinta de tanto en tanto como la pluma. Y ya no fue parar la aparición de artilugios gráficos, algunos de muy buena calidad y que también conservo por mi afición a la cosa gráfica.
Y lo mismo que la pluma fue sustituida por bolis, con la aparición de internet, la carta, la epístola, fue cambiada, mutada, transformada en lo que se denominó entonces y así se sigue llamando, el “”correo electrónico””, que no “”carta electrónica”, que parecería más acorde. Y para mí se perdió “algo” de ese encanto de ir viendo cómo escribes sobre el papel, en la tinta preferida, las ideas, los pensamientos que se te van viniendo a la cabeza. Ahora mismo escribo estas letras a través de un medio electrónico, que me permite elegir tipo de letra, color, separación de líneas, tipo de carta y…con corrector ortográfico. Menos mal que me permite mantener mis ideas y pensamientos. Y la carta “normal”, la nacida de mano y pluma, prácticamente ha desaparecido…con las excepciones que pueda haber como es el caso de mi amiga y yo mismo, pues no me resisto en contestarle en el “formato manual”.
Se viene diciendo y yo suelo estar de acuerdo, que una de las características de este momento, es la rapidez, la prisa, la inmediatez . Y parece que no tiene límites. Muchas cosas, muchos actos, muchos comportamientos se viene midiendo en tiempo, no en calidad, en belleza, en serenidad…no, en tiempo. Cada vez se quiere hacer todo en menos tiempo y parece que eso es lo ideal. Y como no, ha llegado a la comunicación y a la comunicación entre seres humanos. Primero fue la tradicional y querida carta de papel y sello, después la tecnológica carta “correo electrónico” y ya estamos en un medio que te da 140 caracteres o en otro donde hablas, chateas, de manera inmediata. Se ha ido reduciendo tiempo pero mucho peor ideas, expresiones, pensamientos, … Ya no se precisa exponer nada, ni ocupar espacio razonando, tres frases, o cuatro o las que sea y sino 140 caracteres máximo.
En estos días he leído en las hojas culturales de un periódico, que ha salido a la venta un libro que trata de las cartas de amor que se intercambiaron compositores conocidos con sus amadas, probablemente las que en algún momento fueron musas de sus composiciones. Si fuera posible interpolar, trasladar esa “comunicación, ese medio” con los de ahora, no quiero ni imaginármelo utilizando Facebook, “Guaseando” o reduciendo todo su amor a 140 caracteres.
1 comentario:
Amigo Juan Adolfo: Me has traído a la memoria, la evolución y el desarrollo de las comunicaciones, yo comencé a escribir en una pizarra rectangular con marco de madera y una cuerda en una esquina de la que pendía un trapo, para borrar lo ya escrito, no sin antes haber escupido sobre ella como ayuda al trozo de tela, posteriormente con lápiz y sacapuntas, después pluma estilográfica, prevista de un cilindro o recipiente de goma al que había que presionar para absorber la tinta, más adelante como tu bien dices el bolígrafo y hoy el teclado, bien del teléfono o del ordenador.
Me gustaban más las cartas de antes, yo me escribía con una chica francesa de nombre Odile, no conservo ninguna de ellas, pero tenía mucho más encanto, sobre toda aquella parte final que ponía posdata es decir P.D. donde añadías aquello que habías olvidado incluir en el texto y considerabas importante, en fin unos cambios que ayudan o entorpecen las relaciones personales, según las miremos. Un fuerte abrazo de tu amigo Pepe Cuadros.
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