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miércoles, 3 de julio de 2019

TENGO MIEDO






  


¿Qué estas haciendo? Nada. 

¿No pintas? No, no estoy haciendo nada. 

Estarás leyendo algo. Pues tampoco. 

Hacía ya un tiempo que había accedido por fin a dejar su casa e irse a vivir a la de sus hijas. ""Soy como la falsa monea"" me decía cuando iba a verla. Y es que sus hijas vivían en el mismo bloque pero en pisos diferentes, y se la alternaban cada cierto tiempo. Era natural, teniendo en cuenta que las dos estaban trabajando y con hijos, y no cabe duda que el cuidado de una persona de avanzada edad, con síntomas de demencia senil, con noches en vela, de vez en cuando, requería un descanso que resolvían teniéndola cada cierto tiempo cada una de ellas. En verdad estaba a solo tres alturas de la misma escalera, una de la otra y el traslado no suponía molestia alguna. 

Ante la sensación de desgana que percibía, le volvió a preguntar.

 ¿Y la tele? Hay un canal de Historia muy interesante, con lo que a ti siempre te ha gustado la Historia... 

Volviéndose hacia el, supongo que cansada de su impertinente insistencia, le dijo: "Ya te darás cuenta cuando llegues a mi edad de como se pierde el interés por todo".

Después de la rotura de sus dos caderas, en un plazo de seis meses, y no por caídas,  sino por el estado de sus huesos,  superadas las dos intervenciones quirúrgicas derivadas de ellos, a pesar de su edad, ya en la primera intervención los médicos advirtieron del riesgo que esta suponía. En la primera rotura fue operada de urgencia y sobre la media noche. Por amistad de uno de sus yernos con el cirujano, ya que también era medico y trabajaba en el mismo hospital, se permitió a la familia visitarla en una zona adjunta a quirófano. 

¿Quien eres? Pregunto a su hijo que quiso verla. 

¿Quien eres? ¿Donde están mis gafas?  ¿Porque me han dejado pasar tanto frío? 

No lo podía creer; recién operada, con 96 años, y con esa vitalidad y lucidez mental, comentaba con sus hermanos, después de la visita.

A los pocos meses fue operada de nuevo de la rotura de la otra cadera. Y también la supero, incluso con la operación que hubo de realizarse, al implantarle una prótesis.

Pero poco tiempo después, y con visibles signos de agotamiento físico, sin un diagnostico definido, si acaso la edad, fue ingresada en el hospital. Le tocó compartir habitación con un enfermo mas joven y con una familia numerosa y vociferante, tanto, que uno de sus familiares, un hijo, se vio obligado a llamarles la atención y, al no hacerle caso alguno, a exponer la situación en el servicio de guardia de la planta. Algo mejoró la tranquilidad de la habitación  pero por poco tiempo, por lo que la estancia se le hacia difícil de soportar. No descansaba lo que debía y, se tenia la sospecha de que, por parte del servicio de planta no se iba a hacer nada para poner remedio a aquella falta, no ya de consideración sino de respeto a las propias normas del Hospital. Así transcurrieron dos o tres días hasta que una mañana, por el personal de planta, se comunico a uno de los familiares que la acompañaban en ese momento, que iba a ser trasladada a un sitio mas cómodo: un hospital muy próximo que había sido utilizado en exclusiva, en su tiempo, a enfermos con problemas pulmonares.

Y así fue. 

Paso a ocupar una habitación amplia, luminosa y muy austera . Todo el hospital lo era, desde el mobiliario al personal, que parecía no llegar ni al mínimo, incluso la iluminación era mínima. Aunque se apreciaban todas estas circunstancias, el mismo aparcamiento, solo ocupado con tres o cuatro vehículos, el hecho de verla descansar sin ruidos y en una habitación holgada, luminosa, soleada, compensaba tanto la austeridad como la aparente falta de servicio. Por lo demás continuaba somnolienta, en un semivela, y con una medicación mínima. A cierta hora del día aparecía una agradable enfermera, al parecer conocida de uno de sus hijos, que en verdad no hacia nada, o al menos esa era la impresión que daba. En una de esas visitas, uno de sus hijos quiso acompañarla, con la clarísima intensión de preguntarle. 

""Esta muy malita, muy malita"" . Le dijo, casi sin pararse.

Cuando la dejo pudo comprobar cómo la ocupación en el hospital era mínima  tanto de enfermos, como de  familiares y personal sanitario. Ya por curiosidad, bajo por las escaleras pudiendo comprobar que todo estaba  casi en la misma situación de ocupación que había apreciado en la planta donde estaba su madre. Llego hasta la planta baja y no encontró ni servicio de seguridad ni control de acceso. Volvió a planta con un montón de preguntas en la cabeza. 

Al día siguiente, que amaneció espléndido, una de sus hijas, que había pasado la noche con ella, estaba a su lado cogiéndole la mano. ""Parece inquieta", le dijo a su hermano, En un momento dado parecía  querer hablar a su hija y, aunque su voz apenas era ya audible, se acerco a ella 

"¿Quieres algo? Dime mama.

 ""Tengo miedo"", le dijo, y expiró.

Luego supo que aquel hospital estaba destinado a los que ya la ciencia no podía hacer nada por ellos,  a los de situación irreversible, a la desahuciados.  Bueno, pensó, "Al menos ha pasado sus últimos momentos en paz. ¿En paz? ¿Qué quiso decir con "Tengo miedo"? ¿Tan consciente estaba que pudo ver llegar su muerte?"

Y pensó que esas preguntas le iban a acompañar siempre.

NOTA: Estas notas las escribi en su momento. Las he tenido guardadas sin exponerlas y no se muy bien porque. Si he recordado muchas veces, y lo sigo haciendo esa frase a la hora misma de su muerte.

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